Arte en Granada

Las mejores obras de arte de colecciones privadas llegan a Granada: esa gran historia reciente

Algunas de las piezas expuestas.

Algunas de las piezas expuestas. / R. G. (Granada)

Siempre me había parecido que la programación de la Fundación Cajasol en materia artística no se correspondía con la importancia de la institución que tiene su centro en la sevillana Plaza de San Francisco y con sedes en las provincias de Cádiz, Córdoba y Huelva. No es que el organismo que dirige Antonio Pulido estuviese , absolutamente, de espaldas a la realidad artística. Ni mucho menos, pero sí parecía que se podía dar infinitamente más dada la significación de la entidad y, sobre todo, porque, no hace demasiado tiempo, era uno de los principales motores de lo artístico en Andalucía, con una colección de suma categoría y un trabajo, el recordado Espacio Escala –con la valiosísima labor al frente del artista y museógrafo Paco Pérez Valencia- que sirvió, durante varios años, como un verdadero dinamizador del arte, poniendo en valor no sólo la colección, adquiriéndose piezas nuevas, organizando importantísimas exposiciones y abriendo las perspectivas a artistas más jóvenes con claros horizontes. Aquello fue una feliz historia que desapareció para siempre y sólo nos queda el recuerdo de lo que fue muy grande. Después muy poco.

La exposición que, ahora, se presenta en la sede de la Fundación CajaGranada, en el Museo Memoria de Andalucía, el gran edificio que construyera Alberto Campo Baeza, se aparta un poco de la medianía existente. Fue una muestra que se inauguró, en el pasado mes de mayo, en la Sala Velázquez de Sevilla y que, ahora, recala en Granada en un proyecto de colaboración entre Cajasol y la fundación que dirige Elena Martín-Vivaldi. Una muestra que goza de rigor y absoluto conocimiento del gran arte internacional desde la mitad del siglo pasado; aquel abrió, definitivamente, todas las perspectivas de la contemporaneidad y que marcó los rumbos y las tendencias creativas.

El comisario

Cuando las cosas se hacen bien, cuando al frente de una exposición hay una persona con criterio, sabedor de lo que se tiene entre manos y conocedor de la realidad actuante, las cosas no pueden salir mal y lo que se presenta no ofrece duda alguna. El comisario de la misma es Pepe Cobo, sabio galerista de siempre; uno de los grandes impulsores de la Modernidad en Sevilla con una galería, la Máquina Española, que fue santo y seña en aquella ciudad que se quería abrir a los episodios artísticos nuevos y dejar atrás un pasado demasiado rancio y longevo. Pepe Cobo ha sido hombre del mejor arte contemporáneo; impulsor del arte más comprometido; figura indiscutible en la historia de arte actual y conocedor como nadie de lo que se cuece –y se ha cocido – en el arte internacional. Por eso, era la persona adecuada para comisariar una exposición como esta en la que se pone de manifiesto una realidad artística tremendamente importante para dar a conocer, no sólo obras en colecciones privadas sino, también, piezas de una importancia absoluta en el discurrir del arte desde la segunda mitad del siglo pasado.

Foto de familia de la presentación. Foto de familia de la presentación.

Foto de familia de la presentación. / R. G. (Granada)

La muestra

La muestra tiene varias lecturas. En primer lugar se desprende el conocimiento de las buenas colecciones y las obras que la integran; aquí Pepe Cobo tiene mucho que decir; su solvencia en ello brilla con luz propia. Por otro lado, también sde sus distintos momentos, de las tendencias, del arte internacional; en definitiva de la historia grande del arte con mayúsculas. Además, la exposición compendía los diversos planteamientos creativos de la plástica actual; pintura, grabado, escultura, instalaciones y videocreación. Y, sobre todo, obras muy importantes de grandes artistas que relatan los amplios aconteceres del arte internacional, desde el simbolismo hasta el minimalismo, pasando por el expresionismo en sus más abiertas posiciones, el land art y el arte povera.

El discurso de la exposición comienza con Julio Romero de Torres y su Fuensanta y terminar con obras minimalistas de Dan Flavin y sus tubos fluorescentes, un cubo abierto de Sol Lewitt, así como obras de Josef Albert y Robert Mangold; pero en medio, un amplísimo discurrir de la historia artística internacional. El realismo veraz del mejor Antonio López con Nevera nueva, la abstracción de Antoni Tapies, Saura y su particular y vehemente pintura expresionista, la materialidad de Miquel Barceló, los variados caminos del pop, con artistas indiscutibles de la modalidad, Robert Rauschemberg, Edward Ruscha, Robert Indiana y, por supuesto, Andy Warwol y su icónica Marilyn. Además obras salidas del arte povera de Mario Merz y del land art de Robert Smithson y también obras de los multidisciplinares Gerhard Richter, Sigmar Polke y Rosmarie Trocke.

Esta exposición, tan justa como necesaria, reconforta y nos sitúa en la gran fiesta del arte contemporáneo con mayúsculas, aquel que llenó de comprometida variedad la creación plástica. Una muestra para gozar el arte nuevo, para situarse en la mejor historia artística del siglo XX, esa que casi se conoce por los manuales y que, con treinta obras, nos la sitúa delante de la mirada.

Bien por Cajasol y bien por CajaGranada. Ese es el único camino.

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