Arte

El Centro Cultural CajaGranada abre el curso con una retrospectiva de Pérez Siquer

Las hijas de Pérez Siquer han visitado la muestra de CajaGranada.

Las hijas de Pérez Siquer han visitado la muestra de CajaGranada. / R. G. (Granada)

La fotografía de Carlos Pérez Siquier (Almería, 1930-2021) surge de un espacio fértil situado entre la espontaneidad, el interés por la condición humana, la ironía y la conciencia del poder de la mirada de un fotógrafo; un espacio desde el que siempre ejercitó un gesto cada vez más complejo: el de la sorpresa ante lo cotidiano. Más de seis décadas de producción convirtieron a Pérez Siquier en un creador clave en la forja de la modernidad fotográfica internacional, audaz intérprete de su tiempo y desprejuiciado subversor del arte de la imagen instantánea. En sus fotografías se traslucen las transformaciones de todo un país (y acaso de todo un mundo) desde el espacio periférico de Almería, donde residió a lo largo de toda su vida.

El Centro Cultural de CajaGranada dedica la exposición que abre la temporada al conocido artista almeriense. Hasta el 26 de noviembre, el público podrá acceder de forma gratuita a esta muestra, una retrospectiva que recorre y se sumerge en sus principales temáticas, narrativas, conceptos y tendencias. Organizada por CajaGranada Fundación y Fundación Mapfre, con la colaboración de CaixaBank, este jueves ha sido inaugurada en un acto que ha contado con la presencia de Gloria y Sonia Pérez Siquier, hijas del artista así como el conservador jefe de fotografía de Fundación Mapfre y comisario de la exposición, Carlos Gollonet. 

Él ha sido el encargado de desgranar pormenorizadamente las temáticas y matices de la exposición, que permite realizar una visita completa a través de la narrativa fotográfica de Pérez Siquier. Igualmente, ha querido hacer hincapié en “la ironía manifestada por el autor en alguna de las series de fotografías que ponen de manifiesto como los cambios de la contemporaneidad y la excesiva turistificación de Almería iban modificando ese paisaje del que se nutría”.

Esa posición fronteriza —Siquier no llegó a trasladarse a ninguno de los grandes centros de producción del país— no le impidió plantear violentas rupturas a contracorriente con su tiempo y, a la vez, erigirse en catalizador del colectivo fotográfico español más influyente de su momento, el Grupo AFAL. Pérez Siquier se escoraba del lado del neorrealismo cuando recogía desde una fotografía espontánea la identidad del barrio obrero almeriense de La Chanca, al que hizo hablar en primera persona. Posteriores trabajos, fechados a partir de la década de 1960, como Informalismos y, sobre todo, La playa, lo convirtieron en uno de los pioneros mundiales de la reivindicación de la fotografía en color, desdeñada entonces como herramienta de indagación artística. Su paso a ese cromatismo encendido y contrastado se asocia al interés y la perplejidad ante el nuevo mundo consumista y algo kitsch surgido del desembarco masivo del turismo en el litoral mediterráneo.

En su obra, los cuerpos y objetos comunican por sí solos: desde el orgullo vital de los habitantes de La Chanca hasta las formas corporales no normativas que se despliegan en La playa o las extrañas formas del mobiliario urbano, la decoración exterior y la publicidad que ilustran la llamada sociedad del bienestar. Un corpus fotográfico situado entre la ternura y la ironía, revelador de las paradojas visuales de un momento de nuestra historia, y que hacia el final cobró unos perfiles más íntimos. Los paisajes e interiores tendían cada vez más al silencio, sugiriendo un extrañamiento apacible, el repliegue interior de un artista que en sus últimos años llegó a afirmar: “Ya solo me queda la mirada”.

Titulada como el apellido del artista, Pérez Siquer se compone de 139 fotografías, junto con material complementario, estructurado en las siguientes secciones:

La Chanca. 1956-1962

La Chanca, serie definida por Pérez Siquier como “reportaje puro”, es el resultado de varios años de trabajo en el barrio homónimo de la capital almeriense. En descenso desde la colina coronada por la Alcazaba, La Chanca se despliega en forma de cuevas horadadas en la roca y casas de aspecto cúbico que esconden una historia dramática de subdesarrollo, bombardeos y hambre. El fotógrafo, que visitó la zona durante años de manera regular, lejos de centrarse en el aspecto más cruento del lugar buscó una manera en la que el barrio se representara a sí mismo, en la que quedara reflejada la dignidad del marco que cobija el devenir de una vida cotidiana superviviente y optimista.

La Chanca en color. 1962-1969

En la década de 1960, Pérez Siquier matizó su propio discurso en La Chanca en color, donde pareció revertir el sentido neorrealista de la serie en 35 milímetros en blanco y negro a través de la película en color y de formato mayor, los 6 x 6 centímetros que le permitía la cámara Rolleiflex. Planteó una mirada más abstracta, centrada en la sensualidad cromática que cobra el barrio al calor de las anilinas diluidas que utilizan los vecinos para encalar sus casas cada año, así como la interrelación de estos con esas peculiares estructuras arquitectónicas y sus texturas exteriores. El color añade a la fotografía de Pérez Siquier un nuevo nivel de información y una mayor transparencia, pero sobre todo un impulso más abstracto y formal.

Informalismos. 1965

Los paramentos aislados, fragmentados, con sus sedimentos de color, que se generaron durante la intervención del barrio de la Chanca por parte del Ayuntamiento de Almería, enlazan con la búsqueda de la pura abstracción del informalismo pictórico hacia la que Siquier tendió desde ese momento, aproximándose a las formas autónomas y la valoración de los colores planos. Son asimismo prodigiosos collages que traen a la memoria las fotografías monocromas de Aaron Siskind, los muros esgrafiados de Brassaï, el gesto expresionista de Willem de Kooning o la concepción del muro como espacio comunicativo de Antoni Tàpies. Abstracción, en definitiva, pero en el contexto de un barrio en peligro de derribo.

La playa. 1972-1980

El grado de provocación, novedad y ruptura que late en el conjunto de fotografías de La playa es más difícil de comprender en la actualidad que en su momento de creación, los años setenta, cuando la fotografía artística en color se encontraba en pleno desarrollo. En 2013, el fotógrafo Martin Parr escribía: “En la historia de la fotografía hay algunas imágenes tan radicales que la gente simplemente no sabe dónde situarlas. Las imágenes de playas de Carlos Pérez Siquier resultan ahora tan frescas como el día en que se tomaron, y no hay que olvidar el contexto de la fotografía contemporánea de ese momento, tanto en España como en Europa”. Pasadas varias décadas, estas fotografías se mantienen tan vivas y actuales como desafiantes y poco normativos los cuerpos que las habitan.

Trampas para incautos. 1980-2001

En las décadas finales del siglo, Pérez Siquier siguió explorando la evolución de la sociedad de consumo a través del paisaje y los objetos que genera. Las personas desaparecen de nuevo y son sustituidas por sus creaciones o vestigios. Estos espacios cotidianos, vulgares, que se han terminado convirtiendo en un auténtico lugar común en la fotografía contemporánea, no lo eran tanto cuando en los años ochenta Pérez Siquier empezó a retratarlos a modo de presencias espectrales en ausencia de sus usuarios.

Encuentros. 1991-2020

Pérez Siquier poseía una manera de ver el mundo contemporánea, que se recreaba en espacios de su entorno, lugares duros, vulgares, anodinos: azulejos, plásticos, cortinas metálicas doradas, coches enfundados o abandonados, medianeras de edificios. Y los retrataba sin hacer concesiones, de manera directa, certera, brillante, desde un planteamiento original capaz de convertirlos en imágenes duraderas que se fijan en la mente como restos de un discurso del que solo queda el eco, como escenarios de un teatro extinguido. Se trata de una versión muy personal de la estética pop que le llevó a encontrar atractivo en todo aquello en lo que otros encontrarían desolación.

La Briseña. 2015-2017

Serie de fotografías tomadas en su casa La Briseña que en palabras del propio autor era ese lugar "apacible, ajeno a vecinos indiscretos, a ruidos y agobios, es el retiro ideal para enfrentarme a un paisaje austero, de espacios abiertos a la mirada". Un rincón de sosiego que al fotógrafo le hacía recordar "la sabia reflexión del poeta andalusí": "La mata de albahaca que hay en mi casa es más preciosa para mí que el propio paraíso”.

La muestra puede visitarse de martes a sábado de 11:00 a 14:00 y de 18:00 a 20:00 horas. 

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