Novedad editorial

Enrique Morón, en el perfil de un sueño

Enrique Morón en su domicilio.

Enrique Morón en su domicilio. / Archivo (Granada)

Dos años después de haber reunido sus 34 libros de poesía hasta la fecha en un enjundioso y necesario volumen, cuando muchos de sus lectores creían rematada su extraordinaria obra poética, a los ochenta y dos años de su edad, Enrique Morón nos regala, como un vino de la mejor reserva, un nuevo poemario lleno de frescura, de vigor y de inquietud: En el perfil del sueño (Editorial Nazarí, Granada, 2024).

El libro se divide en cinco apartados y hablaré de cada uno de ellos. Intimidad se titula el primero y en él agrupa poemas de tono existencial, a veces llenos de simbolismo y centrados en el tiempo y en el misterio. Siente el poeta tristeza y confusión después de todo lo vivido y desciende hasta lo más hondo de su yo. Con gran fuerza expresiva y un sinfín de metáforas brillantes que se encadenan, se da a la reflexión y establece, como en casi toda su obra anterior, una pugna entre la angustia por ese tiempo que se escapa y el vitalismo admirable que preside su naturaleza. Varios de los poemas se estructuran en coda, o sea finalizan con los mismos versos con los que habían comenzado. También en este apartado encontramos algunos ejemplos de metapoesía y así leemos: “Para escribir poesía,/ me basta la nevada de unos folios/ sobre mi corazón”. E incluso se nos ofrece algún poema visionario como aquel en el cual Enrique Morón conversa con su propia imagen en el espejo.

La segunda parte del libro, titulada Nuevos paisajes, nos presenta algunos paisajes más imaginados o recordados que nacidos de la contemplación reciente; son paisajes interiores siempre llenos de simbolismo y misterio, y así, no resulta ocasional que sea el búho el animal que más aparece en estos poemas. Los elementos de la naturaleza –las sombras, el sol, la luna, los prados, las estrellas- se personifican pues el poeta se siente en comunión con todos ellos. Hay algo más de color en esta sección del libro y versos impregnados de música: “¡Qué lejos la primavera/ y cuánto duele el invierno/ que se recluye en su sombra/ y en el borde del misterio!”

La tercera parte, Amor poniente nos muestra la plenitud lírica de Enrique Morón mediante una poesía amorosa de madurez. Una vez más la esposa es la inspiradora de estos textos apasionados, positivos, en los que a veces analiza sus propios sentimientos. Hallamos poemas rotundos, impresionantes, de auténtica sazón, como el titulado Somos los mismos, que merece estar incluido en todas las antologías de poesía contemporánea, y que comienza: “No es que seamos distintos, amor,/ somos los mismos/ de aquella juventud irreverente,/ que rasgaba la seda de la tarde/ con un filo de labios.”

Silencios y timbales nombra el poeta a la cuarta parte del poemario, en la que habla a sus amigos y paisanos (pues la amistad es otro de los temas centrales de la obra de Enrique Morón). Se incluyen aquí también poemas llenos de ternura dedicados a los nietos, consejos de sabiduría y evocaciones de la niñez y de la adolescencia con lo que eran los inicios del erotismo.

Y en la quinta sección del libro, Crónica social, el escritor lanza una mirada crítica sobre la amarga situación del mundo y los horrores que se están viviendo en estos últimos años. Todo en esa otra línea de su poesía que se inició años atrás con el poemario Despojos. El poeta siente un hondo desasosiego por las generaciones siguientes, culpa de los desastres a la soberbia de los hombres y realiza un duro alegato contra los políticos, su falsedad y sus manipulaciones. Aparece aquí, como en otros libros suyos, la oposición campo (las Alpujarras)-ciudad a manera de antítesis entre lo bello y digno y el lodo de esta época. En estos poemas, el tono se hace profético y admonitorio, clásico y moderno a la vez, y así leemos: “Y miramos con cierta precaución,/ las bandadas de drones que suplantan/ al vuelo de las aves.”

En toda la obra hay un predominio de los versos heptasílabos y endecasílabos, pero también para algún poema usa el octosílabo. Hallamos neologismos como “amañanado”, “invernidad”, “mismidad”…, adjetivación original (“tiempo ecuestre”), a veces mediante sustantivos: “palabras alhelíes”, “preguntas aves”, “ponientes hortensias”…, algún hipérbaton: “el estampido viendo brutal del cataclismo”. En suma: un rosario de imágenes magníficas y un afán de novedad casi juvenil.. Estamos ante un gran poeta que, en la alta noche de su existencia, se oye a sí mismo “En el perfil del sueño”.

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