Antonio César Morón. Dramaturgo

"Mi padre es el poeta puro que no persigue premios ni éxito"

  • El escritor y profesor de literatura de la UGR regresa a la poesía tras su largo paso por el teatro y el ensayo con 'El límite de las inercias'

-Resulta sorprendente que un libro de poesía amorosa lo describa como "un libro de viajes". ¿Puede explicarlo?

-El viaje no sólo tiene que ser geográfico, sino también psicológico. Se puede viajar a través del recuerdo de la propia experiencia vital -en este caso, amorosa- y sacar de entre las distintas trayectorias algún que otro aprendizaje emocional que, después, como poeta, se empleará para construir los versos.

-Algo poco usual en la poesía actual, en 'El límite de las inercias' predomina el soneto. ¿Por qué esta forma?

-Me siento mucho más cómodo expresando en verso clásico y ¡qué forma más clásica que el soneto! El soneto conlleva el misterio y el deleite de concentrar en catorce versos todo tipo de emociones a través de todos los temas posibles de la literatura. Es cierto que el amor es quizás el más clásico de los encerrados dentro de esta forma métrica, pero tantos y tantos otros bajo este esquema han aparecido: cantos a la naturaleza, temas de tipo social, aspectos íntimos de la psicología del poeta, chanzas y burlas, metapoesía, etc. Escribir un soneto es, para mí, conectar con toda la tradición de los poetas que me precedieron, al mismo tiempo que con todo el futuro de los que vendrás después de mí; porque esta forma, aunque hoy en día no esté en sus mejores momentos -ya que en gran parte de la poesía moderna el oído y la técnica poética han sido desterradas-, perdurará en el tiempo, al menos, mientras perviva el idioma.

-Y, aún más raro, la sextina, en poemas como en 'La sextina del desdichado'. La temática también es clásica, el desamor. ¿Puede resultar un poema anacrónico? ¿Cuáles destacaría, como contrapeso, como los rasgos más contemporáneos de su poesía?

-Sí, es cierto que la sextina es un poema casi anacrónico. Si bien es cierto que es un esquema métrico procedente de finales del siglo XII (concretamente del poeta provenzal Arnaut Daniel) que tuvo mucha influencia en la depuración manierista de Fernando de Herrera, es cierto que a lo largo del siglo XVII va desapareciendo, abandonando su influencia y casi muriendo a partir del Romanticismo. En el siglo XX es curioso que un poeta tan alejado de los esquemas métricos clásicos como Jaime Gil de Biedma, construyera, sin embargo, la sextina titulada Apología y petición, todo un ejemplo de rigor métrico clásico. Este es uno de mis poemas favoritos del autor catalán. Por tanto, en cuanto a la pregunta que usted me formula, es cierto que quizás alguien pueda ver como anacrónica esta sextina mía; pero entonces, yo le interpelaría a ese alguien con algunas preguntas como estas: ¿te dijo algo el poema? ¿sentiste algo al leerlo? En definitiva: ¿puede ser la emoción anacrónica? Como le dije anteriormente, me siendo cómodo expresando la emoción a través del rigor métrico de la poesía clásica. Después de esto, la emoción es emoción. Hay poetas renacentistas que me emocionan profundamente; y poetas actuales que me dejan completamente frío con sus versos. Para mí el poeta anacrónico es el que no es capaz de emocionarme lo más mínimo, sea del siglo que sea; y emplee el tipo de verso que emplee. Por último, en respuesta a su pregunta acerca de cuáles destacaría como los rasgos más contemporáneos de mi poesía, en cierto modo, señalaría solo uno: la expresión de la anécdota biográfica partiendo desde la conciencia de una inquebrantable ficcionalidad lírica.

-El libro contiene poemas de amor y desamor, ¿hacia qué lado de la balanza se inclina?

-El límite de las inercias fue catalogado durante la presentación del libro en Granada, a cargo del profesor de Literatura Española de la UGR Miguel Ángel García, como una "quimera". Estoy de acuerdo con ello y, si esto es así, si el límite de las inercias o la estabilidad amorosa tras el encuentro del amor real, es una quimera, entonces me veo obligado a reconocer que la balanza se inclina más hacia el lado del desamor. (Si se hubiera inclinado más hacia el otro lado, sería rotundamente feliz… pero no habría libro).

-¿Por qué esas cuatro partes: 'Ego/amor', 'Sobre el Atlántico', 'Tres romances imposibles' y 'Boicot de la estructura'?

-Responden al viaje a través del amor del que hablábamos al principio. Ego/amor representa el inicio del amor en el poeta, la sorpresa, la fantasía, la experiencia gozada de cada momento. Sobre el Atlántico supone una distancia reflexiva del poeta; reflexiva acerca de aquel momento inicial. El Atlántico se convierte en un conductor de la memoria del poeta, el vehículo que le permite conectar con la amada desde la distancia. Está cargado de nostalgia y de deseo al mismo tiempo. Pero, también, de reflexión; y es esa reflexión la que hace al poeta recelar del mundo mágico propuesto en la primera parte. Esta diferencia sugerida de modo antagónico entre goce inicial y reflexión posterior, lleva al poeta a un estado de confusión en el que la única forma de intentar encontrar una respuesta es huir hacia lo simbólico, para explorar el viaje del amor en sí mismo, distanciado de las propias circunstancias del poeta. Esto es lo que encontramos en Tres romances imposibles, en los que se advierte cómo la imposibilidad es doble: por una parte aparece la imposibilidad en tanto que se tratan historias no realistas A partir de este momento, de la reflexión se pasa a la decepción; y así llegamos a la cuarta parte, Boicot de la estructura, en la que, según la profesora de Literatura Española Cristina Hernández González, se produce una derrota del poeta al quebrarse el paradigma inicial del libro en el que el ego se identificaba con el amor a través de lo lingüístico.

-Buena parte del poemario está escrito en Nueva York y es profesor de Literatura de la UGR. ¿Puede uno sustraerse a la alargada sombra de Lorca? ¿Y a la de un padre poeta?

-Siendo granadino y habiendo gestado gran parte de mi obra literaria en Nueva York, sustraerse a la alargada sombra de Lorca es casi imposible, porque haga lo que haga, me van a comparar con él. Por mi parte, me parece estupendo y me halaga que me comparen con tan insigne poeta y dramaturgo. En cuanto a la influencia de un padre poeta, qué quiere que le diga… Mi padre, Enrique Morón, es mi propia memoria poética. Quiero decir que en todo cuanto pueda observarme dentro de mi trayectoria, él siempre está ahí, enseñándome con todo el amor del mundo la belleza del arte literario, el disfrute de una técnica ejercida desde el rigor y el talento innato. Para mí, mi padre es el poeta puro, el poeta que no persigue premios ni éxito ni fama, el poeta inspirado: Platón lo hubiera coronado en su República. La influencia de mi padre en mí es infinita. No quiero sustraerme de ella: más bien, aprender todo lo que pueda de su sabio y sereno entusiasmo por la poesía.

-Últimamente había estado más centrado en el ensayo y sobre todo, en la dramaturgia. ¿Por qué ese cambio de tercio a la poesía?

-Yo me defino, fundamentalmente, como dramaturgo. Ahora bien, siempre escribí poesía y, sobre todo, siempre escribí mi poesía en soledad; desde una gran nostalgia o desde un gran deseo. La escritura poética me ayuda a calmar ambas tendencias a la insatisfacción, ordenando lo que en mi subconsciente permanece desordenado; explicando lo que en un principio desconozco. Si mi escritura dramática representa mi yo social y consciente -mi mirada de puertas hacia fuera-, mi escritura poética se ciñe, sin embargo, a una mirada complejamente evadida hacia dentro, que supone a su vez la visión más intemporal y deslocalizada de mí mismo. Es quizás mi yo dramaturgo el que obliga a mi yo poeta a compartirse: de no ser así, la poesía que escribo permanecería inédita.

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