Exposición

La iconografía del jazz en Granada

Una de las imágenes de la muestra firmada por Gutiérrez.

Una de las imágenes de la muestra firmada por Gutiérrez. / José Miguel Gutiérrez (Granada)

El jazz, sobre todo el contemporáneo, es muy abstracto. Requiere de la capacidad de escucha, de un alto nivel de asimilación puramente musical. Sin embargo, esta música siempre ha estado asociada a las imágenes, con algunas fotos convertidas en iconos, desde la era del swing. El registro documental de ese milagro artístico, de la música de moda en Estados Unidos, hacía que algunas personas se obsesionaran por el registro sonoro, grabando de forma muy rudimentaria algunas jam sessions que hoy se han convertido en discos que escuchamos como quien mira un firmamento de estrellas del pasado. Muchas de ellas también tenían que ver con las giras europeas de los maestros en la época dorada.

Sin embargo, junto a lo estrictamente sonoro, muchos fotógrafos fueron construyendo un imaginario que, inevitablemente, se ha venido asociando a este género musical. Verdaderas estampas del Nueva York de hace décadas, de colas de espera en los clubes míticos como el Birland, de una esencia que reflejaba, como una metáfora de la negritud de esta música, claroscuros en escenarios íntimos, con texturas de un humo que casi se podía respirar. Eso era cuando se fumaba mientras se escuchaba o bailaba música, claro. Han hecho historia los trabajos de William Claxton, Herman Leonard, Jim Marshall o Bob Willoughby, entre otros, por si alguien quiere buscar alguna edición de catálogo para regalar la próxima Navidad.

Una de las imágenes de Andrés Castillo. Una de las imágenes de Andrés Castillo.

Una de las imágenes de Andrés Castillo. / (Granada)

Eran y son muy fotogénicos, los músicos de jazz. Y no solo fueron “cazados” actuando, sino en ensayos, en momentos de relajación, con una pizarra y un pentagrama, a veces fuera del aura mítica, como personas comunes. Toda una exploración antropológica. Pero de esa tradición fotográfica, hoy se ha consolidado la foto de concierto, recogiendo lo que es la memoria visual del festival. Y en esa línea, podemos disfrutar de la segunda edición Festival de Jazz de Granada de un recorrido expositivo previo a cada sesión del programa central. Es una iniciativa coordinada por el fotógrafo y profesor Andrés Castillo, que cuenta esta vez con imágenes de Pepe Torres, José Miguel Gutiérrez y Vilma Dobilaite. Todos ellos, compañeros y amigos, proyectan la pasión por esta música desde su talento creador. Y han ido construyendo una memoria que nos hace viajar a momentos inolvidables. Imágenes que ayudan a que resuenen en nuestra mente conciertos memorables.

Estas fotos se pueden ver en un pase durante los minutos previos a cada concierto, mientras escuchamos la música de Jacky Terrasson. Y casi parece un reto, a ver cuál te perdiste o cuál recuerdas. Son el resultado de mucho trabajo y mucho esfuerzo, porque las fotos de concierto no son fáciles desde el punto de vista técnico. A veces, la escasa luz requiere calidad de equipos y una enorme precisión en la toma. Los focos de luz dura crean tantas zonas en penumbra como exceso de brillos. Los metales y las maderas desprenden a veces, luz propia, que hay que saber captar. Y siempre, como ya sabemos por Cartier-Bresson, todo esto es una sucesión de instantes decisivos, de momentos tan fugaces que solo el obturador y el buen hacer de estos artistas puede convertirlos en eternos. Gestualidad de cantantes, expresiones de concentración, destellos de un saxo o un trombón, tonos cálidos de maderas nobles, fondos de color. Todo un universo visual, en resumen, donde hace tiempo que no hay humo, pero la esencia es, exactamente, la misma que retrataron aquellas viejas cámaras réflex en Chicago o Nueva York. Sin esas imágenes, por todo lo que expresan, sería mucho más difícil de comprender una música como el jazz. En ese proceso, el cine también ha ayudado mucho, pero de eso hablaremos otro día.

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