Constituida como tal en 1935, fruto de la fusión entre la Fox Film Corporation de William Fox y la Twentieth Century de Darryl Zanuck y Joseph Schenck, la 20th Century Fox vivió su periodo de esplendor en la industria de Hollywood durante casi tres décadas en la que su logotipo iluminado por los focos y su inconfundible fanfarria anunciaron los filmes de John Ford, Allan Dwan, Henry King, Raoul Walsh, Henry Hathaway u Otto Preminger y las aventuras, dramas, romances y travesuras de estrellas como Henry Fonda, Shirley Temple, Gene Tierney o Marilyn Monroe.
Es precisamente esa fanfarria, compuesta por Alfred Newman, quien iba a ser el compositor de cabecera y el director musical del estudio durante dos décadas (1939-1959), marca distintiva no sólo de la casa sino de todo Hollywood y su mitología, la que inaugura este CD triple que recorre los 75 años de historia del estudio a través de las músicas de sus películas, desde aquella era dorada de los grandes estudios hasta sus últimos éxitos (Noche en el museo) en un panorama industrial bien diferente, en el que la compañía ha pasado a formar parte del conglomerado News Corporation de Rupert Murdoch.
Las cuerdas y coros Newman protagonizan el primer disco, que incluye temas y suites de las bandas sonoras originales de Eva al desnudo, La canción de Bernardette, Qué verde era mi valle, Capitán de Castilla, La túnica sagrada (filme que inauguraba el CinemaScope), Cómo casarse con un millonario (en la que suena el gerswhiniano Street scene, tema-insignia del estudio) o La tentación vive arriba, muestras de la versatilidad y el oficio de un compositor adicto al trabajo que supo moverse entre la tradición popular y los rigores de la música de concierto postromántica codificada en clave dramático-narrativa a imagen y semejanza del idealismo marca de la casa. Como director musical, Newman fue también el responsable del desembarco en Fox de compositores con un lenguaje musical más próximo al siglo XX: Bernard Herrmann (El fantasma y la Sra. Muir, Ultimátum a la Tierra), Alex North (Viva Zapata!, Cleopatra) o David Raksin, autor del inolvidable tema de Laura, completan con su presencia esta etapa dorada del estudio por el que también pasaron otros maestros como Franz Waxman (El Príncipe valiente), Hugo Friedhofer (The rains of Ranchipur), Victor Young (Three coins in the fountain) o un joven Elmer Bernstein (From the terrace).
Las décadas de los 60, 70 y 80 protagonizan el segundo disco. Es la época del ocaso del sistema, del auge de la televisión y de nuevos lenguajes musicales auspiciados por una nueva generación de jóvenes compositores. Jerry Goldsmith aporta su expresionismo contemporáneo y su radicalidad atonal a El Yang-Tsé en llamas, Patton, Tora, Tora, Tora!, El planeta de los simios o Alien, mientras que John Williams dialoga con la tradición Americana (Conrack) antes de volver su lenguaje al sonido épico de los clásicos de la década de los treinta (La furia, La aventura del Poseidón). Los setenta serán también la época del funk de Don Ellis (French connection) o del jazz-pop de David Shire (Norma Rae), mientras que los primeros ochenta, el tiempo de la electrónica y los sonidos sintéticos entreverados con la gran orquesta (Commando, de James Horner, Depredador, de Alan Silvestri).
El tercer disco nos acerca hasta la actualidad a través del eclecticismo y el gusto por el pastiche propio de la posmodernidad: así, encontramos el sinfonismo operístico de un Howard Shore (La mosca) junto al mickey-mousing de aire country de un Carter Burwell (Arizona baby); la hipertrofia del sonido para el blockbuster de acción espectacular (La jungla de cristal, de Kamen, Speed, de Mancina, Independence day, de Arnold, Yo, Robot, de Beltrami, Fantastic Four, de Ottman) junto a la iconoclastia desprejuiciada de la animación digital (Horton hears a who!, de Powell, La edad de hielo, de David Newman); los nuevos sonidos urbanos (Wall Street, de Copeland) junto a las suavidades melódico-atmosféricas de influencia new age (Infiel, de Kaczmarek).
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