Obituario
  • El escritor, periodista y novelista fallece a los 91 años en Granada tras una larga enfermedad.

Francisco Gil Cravitto: el hombre que cultivaba rosas y palabras

Francisco Gil Cravitto. Francisco Gil Cravitto.

Francisco Gil Cravitto.

Andaba con la ingravidez de los despistados, miraba con la curiosidad de los sabios y hablaba con la pasión que le transmitían sus recuerdos. Tuve la fortuna de conocerlo hace muchos años, cuando acababa de regresar de París, donde estuvo viviendo cuarenta años. Enseguida me impactó el relato de su vida. Su infancia fue feliz hasta que fue internado en un colegio de Almería y le tocó un maestro amargado y pegón que le hacía aprender de memoria poemas dedicados a Franco o a José Antonio Primero de Rivera.

Su padre quería que estudiara Derecho, pero él lo que quería era vivir de la escritura. Estuvo durante algún tiempo trabajando en el diario Patria, pero aquello no le daba para vivir. Así que un día decidió dejar Granada para irse a la capital de Francia. Allí fue profesor de español, traductor y se licenció en Letras por la Sorbona, nada menos. Acumulaba su dosis retranca alpujarreña (había nacido en Turón) y la bondad estaba perenne en su persona. Hace unos pocos años sus amigos escribieron en un libro lo que pensaban sobre él y los adjetivos más utilizados fueron aquellos con los que se ensalzaba su bonhomía. Fue un libro homenaje que él agradeció humedeciendo con lágrimas sus ojos. Y en una semblanza que yo escribí sobre su persona un poco antes de que comenzara el confinamiento por la pandemia, me dijo que se fue de Granada en parte por huir del ambiente tan cerrado en el que vivía en la capital de la Alhambra en los años sesenta y en parte porque necesitaba para satisfacer su innata curiosidad conocer nuevos ambientes.

En la época de estudiante, en una de las concentraciones en contra de Franco, fue detenido junto con Rafael Guillén, Ladrón de Guevara y Juan Burgos. Al llegar a su casa su padre le echó la bronca y fue cuando supo que se tenía que ir de Granada. Su novia, María Luisa, por entonces pensaba igual que él y nada más casarse se fueron a París, con una mano atrás y otra adelante como se dice.

Sabía de Paco que no había visto jamás un partido de fútbol, que era muy aficionado a la jardinería y que era un agnóstico recalcitrante. También que la escritura era su pasión. Paco deja un largo despliegue de obras en las que nada le ha sido ajeno. Ha escrito sobre sus paseos con su perra Chica, de personas que ha conocido y admirado como Mesa de León o Enrique Villar Yebra, de mujeres que él creía que la sociedad no tiene el derecho a olvidarlas, de paisajes de su infancia… También era un perfecto narrador de las costumbres, de ese pasado de niño en el cortijo del Marchal, de esos ruiseñores que le despertaban al amanecer, del olor de esas flores que le transportaban al mundo exquisito de las soñaciones. Paco Gil Craviotto murió ayer a los 91 años. Se lleva mi admiración y mi afecto.

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