Gótico en verso, ¡terrorífico!
Teatro de títeres. Texto: Luis Britos. Compañía: Toma Castaña. Cía. de títeres y pequeño teatro. Diseño, construcción de títeres, escenografía y atrezzo, intérpretes y manipuladores: Rocío Fornell y Luis Britos. Lugar: El Apeadero. Fecha: 11 de mayo de 2012.
Lo primero que llama la atención en esta deliciosa pieza de títeres para niños (y adultos), Frankenstein o cómo construir un monstruo, es que sea en verso: el maravilloso verso, guasón y licencioso, en el que se dirigen los personajes unos a otros.
Ese extraordinario guiño al teatro del Siglo de Oro, que asoma también en las cancioncillas corales trovando, romanceando la acción en cada transición de escena, se funde asombrosamente bien al resto: la pátina visual y la versión libre del relato de Mary Shelly, el misterio y terror del romanticismo gótico. Soberbia fusión, encolada por un finísimo sentido del humor, que es también y sin duda, de amor al teatro.
No, no. Tal vez, lo primero que llama vivamente a la atención sea la dramaturgia visual. La potencia narrativa de títeres y atrezzo escenográfico. El preciosismo de la manufactura dejándose ver de continuo. Su diseño regido por el trazo grueso del antinaturalismo lúdico, poético (como una mancha continua de ternura en escena) y por el cual un batidor de claras se convierte en antena de complejo artefacto científico; el reverso de una maleta, en cartelón de 'Fin'; las terminaciones redondeadas de los deditos larguiruchos de la salamanquesa, en los del Doctor Frankenstein y en los de su monstruito; o las dos lunas que tiene por cabeza y pancha su siervo y ayudante fiel, Casimiro.
Desde luego que semejante fusión creativa solo podía salir de esa cabecita humanista del gran hombre de teatro que es Luis Britos. Solo él -en compañía propia con Rocío Fornell- saben inventar una versión tan libre y pancha del mito de Shelly para desmitificar no solo el cientificismo como bandera del progreso sino apuntar hacia las monstruosidades en el seno de lo familiar, las relaciones familiares, ante las que bebito Franky y Casimiro saben rebelarse, pasar a la acción (y en verso). Un pero nimio: prueben a limar la impostura, el "poner vocecilla maligna" añadida.
Montaje concienzudo, asombrosamente divertido, de una riqueza creativa -sin floritura ni aspavientos- sabia y tierna, inusitada.
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