Granada rinde su homenaje a Carlos Cano
En el setenta aniversario de su nacimiento un elenco de artistas, no sólo granadinos, reconoce el legado del cantante.
Quince años después de su fallecimiento, y un par de meses más tarde de la fecha en la que habría celebrado su septuagésimo cumpleaños, sus paisanos quisieron reconocer la figura del cantante y compositor Carlos Cano en un Palacio de Deportes de Granada que se llenó para disfrutar de un emotivo concierto en el que multitud de artistas, algunos de ellos granadinos y otros de otras partes del país o incluso de otros lugares como Argentina o Portugal, quisieron sumarse al homenaje y rendir tributo al legado de este vecino del Realejo. Su impecable trayectoria no siempre fue comprendida pero eso nunca le impidió mantenerse firme en sus convicciones y en una línea artística e ideológica cuya coherencia quedó patente anoche durante la actuación.
Carlos Cano comenzó su andadura formando parte a finales de los sesenta, junto a otros cantautores y poetas como Juan de Loxa, Antonio Mata o Enrique Moratalla, del Manifiesto Canción del Sur, donde se cimentarían sus posiciones políticas por la memoria de los vencidos y de indiscutible reivindicación andalucista. Y aunque pocos años más tarde se desmarcaría de sus compañeros del Manifiesto en busca de nuevos horizontes, siempre mantuvo su compromiso por una Andalucía libre, cuya identidad cultural defendió y difundió más allá de los vaivenes y las tendencias imperantes que no siempre soplaron a favor de su ideario. Cano rastreó el legado andaluz e hizo suyas muchas tradiciones integrando en su propuesta las influencias árabes de la música andaluza, revitalizando formas musicales consideradas menores, como las del Carnaval de Cádiz, y reivindicando el influjo de Sevilla, de Huelva en sus propias composiciones. En ese viaje hacia el Oeste, integró muchas manifestaciones musicales que lo emparentaron con Latinoamérica, el tango, el bolero, la rumba, e incluso el fado, convirtiéndose en el primer autor español en tender puentes con la cultura portuguesa. De todas ellas ninguna fue tan incomprendida como la que llevó a cabo para reivindicar la copla como herencia de la cultura andaluza más allá de las apropiaciones que de ella hizo la dictadura franquista. En una época en la que se imponía la modernidad y casi todos sus contemporáneos renegaban de géneros como la canción española, la tonadilla o la copla, él defendió su valor, recalcó su origen anterior al oscurantismo de Franco y sirvió para conectar, con otro puente, a la primera generación de la democracia con otras anteriores cuya identidad se quiso afear, confundiéndola con los duros tiempos que les tocó vivir.
En esa labor Carlos Cano fue criticado, cuando no directamente descalificado, pero su firme convencimiento no se resintió por ello. El tiempo acabó por darle la razón y la mejor prueba fue la que vivimos anoche en Granada, donde artistas procedentes de géneros durante mucho tiempo enfrentados a los que él defendía, reconocieron su lucha y sus hallazgos, además de su categoría artística. Uno de los mejores ejemplos fue el protagonizado por Jota, que interpretó a su modo una versión de La Morralla y otra de La Casida del Rey Chico, y en ambas canciones, pertenecientes a la etapa de los setenta, evidenció la cercanía entre la música de Carlos Cano y el elemento flamenco y andaluz que han incorporado Los Planetas de la última época, o la vocación sureña del Grupo de Expertos Solynieve, una conexión mayor de lo que muchos podrían suponer. Más tarde sería otro rockero, el incombustible Miguel Ríos el que, tras un celebradísimo Vuelvo a Granada, cuya letra 'ferroviaria' aprovechó para reivindicar "que soterren de una puta vez el tren en La Chana", lo que levantó al público , hizo suya la maravillosa La Reina del Blues, de 1994, antes de dar paso a Pasión Vega.
Pero eso sería ya hacia el final de la noche. Una noche que comenzó con el Palacio a oscuras y la reproducción de un audio con palabras de Carlos Cano que puso el vello de punta hasta al más frío de los asistentes. Fue solo el primero de los muchos momentos de emoción que se vivieron en el recinto. Tras las palabras en la oscuridad se proyectó un vídeo con extractos de algunas entrevistas hechas al cantante por El Loco de la Colina y a continuación la cantante hispano-argentina Marcela Ferrari, que ejerció de maestras de ceremonias, presentó el evento y al primero de los participantes, el cantautor granadino Raúl Alcover, que rompió fuego con un popurrí de canciones de Carlos. Tras él fue Soleá Morente que tuvo el acierto de rescatar Yo te amo ciudad, un tema inédito perteneciente al álbum de la última gira, Granada, Nueva York, La Habana, de 2012, en el que Carlos adaptó el poema Testamento de Pez del cubano Gastón Baquero. Antes de la aportación ya comentada de Jota, fue el dúo formado por Pedro Pastor y Alberto Alcalá el que interpretó el clásico El Salustiano.
La noche continuó con la proyección de un vídeo-montaje en el que algunos de los artistas que no habían podido participar presencialmente en el concierto dejaron su saludo, entre ellos Lluís Llach, Rosendo Javier Ruibal, Marina Rosell, Luis Eduardo Aute, Pablo Milanés y los granadinos José Antonio García (091), Juan Alberto Martínez (Los Niños Mutantes) y El Hombre Garabato, antes de que volviera a salir Marcela Ferrari, en esta ocasión para presentar a Luis Pastor y a su esposa, Lourdes Guerra, que además de cantante, ha ejercido durante muchos años como agente de su marido. Juntos interpretaron la sensacional Luna de abril, y a continuación fue la cantante portuguesa Mísia, quien hizo lo propio primero con el fado inmortal Tive um coração perdi-o y después, como no podía ser de otro modo, con María la Portuguesa. Fue entonces cuando le tocó a Ferrari acaparar el foco por derecho y poner su sello al Tango de las madres locas, tras el cual fue Kiko Veneno el que atacó los compases de Hijo de la calle y a continuación su gran éxito Joselito, acompañado de una banda, la que sostuvo el peso de la actuación durante casi toda la noche, dirigida por Osvi Grecco que se ocupó de las guitarras pasando de la eléctrica a la española y la portuguesa, y formada además por Josemi Sagaste al saxo, la flauta y el acordeón, Antonio Calero a la batería, Marcelo Fuentes al bajo, Borja Montenegro a las guitarras eléctrica y acústica y la mandolina, Luis Fernández al piano y los teclados, y Roberto Gutiérrez al teclado, la darbuka y el bongó.
Un nuevo vídeo con los mapas de Carlos Cano sirvió de intermedio antes de que Estrella Morente acometiera Habanera Imposible, un tema que ya grabó para Autorretrato con Vicente Amigo, para a continuación invitar a unirse a ella a su hermana Soleá y cantar a dúo La estrella, uno de los temas más simbólicos y reconocidos del cancionero de su padre, y otro de los grandes momentos de la velada. Se acercaba el final cuando Amparo Sánchez llevó a su territorio Laila, y tras ella la cantante aragonesa Carmen París interpretó Baja de la Luna. Cuando el respetable descubrió sobre el escenario del Palacio de Deportes la silueta del hijo pródigo, Miguel Ríos, lo recibió con una cerrada ovación, la misma con la que lo despidió después de que interpretara sus dos temas y diera paso a Pasión Vega. La cantante madrileña puso todo su talento al servicio de la Sonata de la Luna en Marrakech, primero, y de las Habaneras de Cádiz, finalmente, antes de que llegara el broche final, que se abrió con un nuevo vídeo, esta vez para ver Verde Blanca y Verde y culminó con todos los participantes sobre el escenario cantando juntos La murga de los currelantes. Carlos Cano estaría encantado observando desde algún lugar del firmamento, en la noche clara de cielo limpio, como sus paisanos y sus compañeros de profesión le daban el reconocimiento que no siempre le brindaron en vida.
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