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Himno a la vida

  • En el 30º Salón Internacional del Cómic de Barcelona, que hoy llega a su fin, el dibujante Graig Thompson ha presentado su más reciente trabajo, 'Habibi'

Siete años, los que van de 2004 a 2011, ha necesitado el norteamericano Graig Thompson para llevar a término Habibi. ¿Debiera verse un mensaje cifrado en ello? El número siete, que ostenta una intensa aura mágica en casi todas las culturas -según escribe Lamberto García del Cid en su libro Numeromanía (Debate, 2009)-, goza de especial consideración en el Islam. El capítulo de apertura del Corán consta de siete versículos y el peregrino que llega a La Meca debe dar siete vueltas en torno al templo. Según el Libro Sagrado, en el mundo hay siete tierras y siete mares, el cielo se divide en siete esferas y el infierno en siete niveles diferentes. El año depara al creyente siete noches sagradas y siete días infaustos. Durante las hogueras del Anzara hay que saltar siete veces por encima de unas llamas en las que arden siete tipos de plantas… El caso es que en Habibi, una fascinante inmersión en el mundo islámico, la numerología desempeña un papel determinante.

Tanto la historia como la narración de Habibi se estructuran en torno a varias cifras -el siete, el nueve, el quince- extraídos del patrimonio legendario musulmán. Entre otras fábulas portentosas, Graig Thompson ilustra la que sigue: En el pasado hubo una gran inundación y las gentes invocaron el auxilio del dios del río. Tras ofrecerle un sacrificio, el dios emergió de las aguas adoptando la forma de una tortuga gigante; el diluvio no se aplacó hasta que un niño observó que el caparazón de la tortuga constaba de nueve escudos, cada uno de los cuales tenía grabado un número en su interior: de sumarlas en vertical, horizontal o diagonal, el resultado de dichas cifras era siempre quince. Las gentes ofrecieron quince ofrendas al dios del río y los cielos de despejaron… ¿Qué simboliza el nueve? El nueve mantiene una estrecha relación con el ciclo de la vida: desde el momento de la fecundación, el ser humano necesita de nueve meses para salir del vientre materno. ¿Y el quince? Según Lamberto García del Cid, este número está directamente asociado al sexo. Las cuentas cuadran. En Habibi, la interrelación entre sexo y vida es intensa; ésta sería imposible sin aquél.

Habibi -que consta de nueve capítulos- cuenta la historia de Dodola, una moderna Scherezade. Su nombre debería traducirse como "la diosa de la lluvia del lejano noroeste" porque, siendo muy niña, Dodola participó en ritos de invocación de nubes en períodos de sequía. A los nueve años, no obstante, su padre la vende a un hombre para que haga de ella su esposa. Al poco, unos ladrones asesinan al marido y la atan a una cuerda de esclavos, pero ella logra escapar llevándose consigo a un niño nueve años menor, Cam. Ambos se esconden en el desierto, dentro de un barco varado en un mar de arena, y allí permanecen ocultos durante nueve años. Sus vidas tomarán luego derroteros distintos. Dolorosos. Ella se convierte en la concubina predilecta del sultán de Wanatolia, una geografía híbrida, entre el mundo de seda y prodigios de las 1001 noches, y el paraíso artificial de los petrodólares. En las viñetas se suceden oasis y vertederos industriales, harenes y oleoductos, caravanas de camellos y motocicletas, cimitarras en el cinto y armas de fuego. El sultán desafía a Dodola: si quiere recobrar su libertad, deberá complacerle sexualmente durante setenta noches consecutivas (La mujer no lo consigue). A continuación le da un plazo de setenta meses para transformar el agua en oro (Esto, lo consigue). Pero la empresa más difícil será mantener a su lado a Cam cuando el azar vuelve a unirlos y de amigos pasen a amantes.

Habibi está impregnado por un intenso sentimiento de lo sagrado, que es el modo en que los pueblos de ayer y hoy, y los hombres y las mujeres de ayer y hoy, intentan trascender su paso por el mundo. Graig Thompson está convencido de que nuestra existencia encierra un significado, sólo debemos descifrarlo, de ahí esa insistencia en claves numéricas con que abriga este feliz accidente que es estar vivo. Habibi debiera verse precisamente como un hermoso himno a la vida. Un himno arrebatador. Las planchas están realizadas con un esmero y una sensibilidad impares. Thompson se rinde a las geometrías y fantasías de lacerías y atauriques, así como a las filigranas de la caligrafía cúfica. Es un auténtico placer demorarse en las páginas de este libro (Y la primorosa edición de Astiberri contribuye a ello). Al final, el crítico se encuentra ante el dilema de otras ocasiones: una reseña nunca hará justicia a tan voluminoso caudal de sugerencias.

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