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Incruentos organismos cromáticos

Que Granada es la capital del arte contemporáneo en Andalucía se constata por la cantidad de artistas que trabajan en la ciudad y que configuran uno de los episodios artísticos más importantes de cuantos existen en España. Artistas jóvenes que están dando trascendencia a un arte novedoso, distinto y con futuro, con mucho futuro. Esta realidad artística que desde la capital de la Alhambra se extiende por toda España y por los mejores centros de la plástica europea tiene un germen iniciático y unificador: la entonces recién creada Facultad de Bellas Artes de Granada, en cuyas aulas se propiciaba un ambiente entre jóvenes ilusionados a los que unía el entusiasmo por una creación artística que quería decantarse de las estrechas fronteras de un pretérito mediato e inmediato. Emilio Almagro, uno de aquel grupo, se erigió en el canalizador de las infinitas posibilidades artísticas que ellos encerraban. La antigua Galería Palace se encontraba vacía de contenido desde hacía algunos años. Era un buen espacio para dar cauce a las ilusionantes inclinaciones de unos jóvenes que podían, de esta manera, romper con la tradición nefasta de algunas Facultades de Bellas Artes, convertidas en meras factorías de Profesores de Instituto. Con el nombre de Sandunga se inició la andadura de una galería que, en poco tiempo, llegó a convertirse en una de las que más claro lo han tenido en el universo artístico andaluz. Su apuesta descarada por los planteamientos más novedosos, la sensatez de un proyecto valiente, abierto y ambicioso, la cercanía con los artistas y el concepto claro de que en Arte el auténticamente protagonista es el creador y la obra que éste lleva a cabo, han hecho de Granada una realidad sin vuelta de hoja.

En este escenario comienzan a manifestarse una serie de jóvenes artistas que pronto acceden a posiciones de auténtica trascendencia. Artistas que destacan por su fuerza, por su compromiso con lo nuevo, por su inclinación hacia un estamento donde no cabe la mirada atrás. Autores que saben lo que quieren, que conocen los entresijos del Arte y que saben cómo hacerlo presente. Creadores, en definitiva, que escriben un relato nuevo con una sintaxis adecuada, perfectamente estructurada en fondo y forma y construyendo un guión que ilustra una realidad llena de metáforas, de giros novedosos, de notas a pie de página y de desenlaces afortunados que generan la más nueva y comprometida narrativa. Son artistas que, a pesar de su juventud, están al margen de muchas de las influencias que genera el propio Arte y que ellos, sin rechazarlas, las asumen pero haciendo el uso que a ellos puede interesar, sin ajustarse a un excesivo patrocinio embaucador. Desde un primer momento estos artistas se han mostrado como auténticos francotiradores, como llaneros solitarios que actúan sin sucumbir a las modas y a los modos habituales; autores de una obra sensata, alejada de simples experimentos insustanciales, sustentada en un convencimiento contundente, muy bien concebido y sin buscar las vacuas alharacas de una falsa Modernidad.

La exposición que inicia la temporada de la Sala Pescadería nos sitúa por el esclarecedor patrimonio de ocho importantes artistas que trabajan en Granada y que forman parte de ese grupo de privilegiados que, como francotiradores en una feria de ilusión artística, asumen su única personalidad. María Acuyo, Santiago Ydáñez, Jesús Zurita, Chico López, Domingo Zorrilla, José Piñar, Simón Zábell y Carlos Miranda nos abren a las formas novedosas de una pintura distinta que proyecta uno de los episodios más importantes del arte español de los últimos tiempos.

Sala Pescadería. Jerez.

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