Ballet Mariinsky | Crítica

Disfrutar de las 'Cuatro estaciones’ con el Ballet Mariinsky

  • El conjunto de danza demostró en su representación del clásico de Vivaldi por qué la compañía rusa está considerado como una de las mejores del mundo

Disfrutar de las 'Cuatro estaciones’ con el Ballet Mariinsky

Disfrutar de las 'Cuatro estaciones’ con el Ballet Mariinsky / Carlos Gil

Los diez bailarines que intervinieron la noche de la presentación en España del ballet Las cuatro estaciones, coreografía de Ilya Zhivoi, sobre música de Max Richter, 'actualizando' la genial de Vivaldi, demostraron por qué el conjunto de danza del Teatro Mariinsky, de San Petersburgo, está considerado como uno de los mejores del mundo. No se puede construir ninguna obra que pretenda tener altura y trascendencia en el mundo de la danza, si no se cuenta con la base de quienes lo van a representar. Es una obviedad en la danza o en la música: A Beethoven puede fusilarlo una orquesta o pianista mediocre.

Cualquier coreografía, por excelsa y bien trazada que esté, puede reducirla a espantajo conjuntos de tercera. Hablo de diez extraordinarios bailarines y hablo, naturalmente, de su procedencia. Ellos, con su técnica impecable, con el dominio del cuerpo en puntas, medias puntas o en saltos y encuentros duales, denotan que la estilización, elegancia estética, fuerza expresiva y capacidad comunicativa sólo es posible de plasmar dentro de un conjunto de la calidad del Ballet Mariinsky.

Se presentó en el Generalife con una coreografía neoclásica de Ilya Zhivoi, presentada por vez primera en España, del joven coreógrafo que va abriendo camino, como sus predecesores procedentes del antiguo Kirov, del que salió, entre otros, Rudolf Nureyev. Sus Cuatro estaciones son un modelo de equilibro, de conjugación escénica no sólo por el virtuosismo plástico, en el que el juego de brazos, engavillados, los movimientos rigurosos, pero al mismo tiempo alados, como corresponde a la escuela rusa, que recoge otras esencias europeas, hacen que las escenas de las estaciones no resulten repetitivas ni en ningún momento cansinas. Primavera sutil, verano vibrante y rojo, otoño cálido, invierno gélido. Variedad, calidad y calidez.

Los bailarines exhibieron una técnica impecable, con el dominio del cuerpo en puntas, medias puntas o en saltos y encuentros duales. Los bailarines exhibieron una técnica impecable, con el dominio del cuerpo en puntas, medias puntas o en saltos y encuentros duales.

Los bailarines exhibieron una técnica impecable, con el dominio del cuerpo en puntas, medias puntas o en saltos y encuentros duales. / Carlos Gil

Eso sí se cimenta en la música de Max Richter que ha tenido el atrevimiento de 'remozar' una obra genial como son los cuatro conciertos para violín y orquesta, de Vivaldi, el gran virtuoso del instrumento. Yo no soy partidario de que se le enmiende la plana a ningún genio del pasado ni siquiera que se le 'actualice' o modernice, para que sirva a un lenguaje actual, aunque Bach ya hizo una versión para cuatro clavicordios del concierto para cuatro violines y transcribió otros conciertos del italiano y hasta Wagner recogió temas del compositor, pero reconozco que Richter ha respetado el espíritu y los temas fundamentales, aunque haya incluido orquestaciones adicionales y hasta música electrónica.

Su trabajo sirve perfectamente para envolver el espectáculo, pero fuera de él resultaría simplemente anecdótico, al menos, por muchas reverencia y admiración que anuncie el autor por el original y sobre todo, carente de interés aislado. Vivaldi hizo cuatro conciertos para violín, con tres movimientos cada uno, y con un sentido programático, que está en los versos que definen cada estación y que el coreógrafo ha tenido muy en cuenta. Max Richter ha construido, sobre ese imponente material, música acompañante de ballet, remedando la obra maestra de un clásico, pero con respeto y hasta admiración.

La tonalidad de cada movimiento

El coreógrafo ha tenido muy en cuenta los versos que acompañan cada concierto. El coreógrafo ha tenido muy en cuenta los versos que acompañan cada concierto.

El coreógrafo ha tenido muy en cuenta los versos que acompañan cada concierto. / Carlos Gil

Centrémonos en el ballet, su coreografía y su interpretación que es lo importante, lo demás, con el recurso de la música enlatada, habitual de estas veladas de danza, que limitan su trascendencia, es secundario. Decía que el coreógrafo ha tenido muy en cuenta los versos que acompañan cada concierto y la propia tonalidad. En la Primavera, el verso que explica la música de Vivaldi comienza diciendo "Danzad ninfas y pastores en el techo amado", mientras, en sol menor en el original, retrata el estío en un relax "bajo el sol encendido", y el Otoño lo refleja en los saltos, bailes y cantes "templados de placer", mientras el verso que apoya la música o al revés, en el Invierno, en la menor, habla de un "helado tiritar entre la nieve plateada".

Todas esas sugerencias quedaron plasmada en una bella coreografía, y el juego de colores muy acertado para cada estación y sus sensaciones. La conjunción de todos, tiene protagonistas principales, con los pasos a dos de las parejas centrales: vibrante y espectacular los de Ekaterina Kondaurova y Román Belyakov, en el dominio de las grandes estrellas, y no menos, los de Salome Figueiredo de Santana y Maxin Zena, los de Elizaveta Kulinova y Pavel Ostapenko o los de Svetlana Tychina y Roman Malyshev, o Laura Fernández y Vyscheslav Gnedhik.

Eran los diez grandes de una forma de entender la danza, desde el clasicismo, para acercarse a una forma contemporánea de expresarla, pero sin perder la idea fundamental de la gran escuela. Fue un espectáculo de alta calidad, como corresponde al lugar por el que han pasado tantos conjuntos y figuras de primera línea, sin olvidar al ruso Rudolf Nureyev. El ambiente de cálida admiración del público ya lo reflejaba, en su fiel y brillante crónica, Isabel Vargas. Esta noche el Mariinsky ofrece un programa distinto. Tendré que reafirmarme en la impresión de que el ciclo de danza puede superar al limitado sinfónico.

El vestuario, fundamental en 'Las cuatro estaciones' del Mariinsky. El vestuario, fundamental en 'Las cuatro estaciones' del Mariinsky.

El vestuario, fundamental en 'Las cuatro estaciones' del Mariinsky. / Carlos Gil

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