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Manso 'Islero' de celuloide

Drama, Reino Unido/España, 2006, 92 min. Dirección y guión: Menno Meyjes. Fotografía: Robert D. Yeoman. Música: Gabriel Yared. Intérpretes: Adrien Brody, Penélope Cruz, Santiago Segura, Josep Linuesa, Juan Echanove, Dritan Biba, Pedro Casablanc, Ann Mitchell, Enrique Arce. Cines: Kinépolis.

Esta película mansa, afeitada y sin embestida nunca debió salir a las pantallas. Debía haberse quedado en la dehesa de su producción azarosa y llena de problemas, en la que ha pastado durante los seis años que han transcurrido desde su muy publicitado rodaje hasta su estreno en España. Su nula calidad no es atribuible a los problemas de producción, no se nos vaya a subir su director a la parra de Von Stroheim o Welles. El problema está en su origen como guión, en su desarrollo durante el rodaje (desastrosa dirección de actores incluida) y en su montaje chapucero. No es que Manolete se mereciera otra película. Es que una como ésta no se la merece ni El Bombero Torero. No se busquen coartadas en los problemas de detrás de las cámaras para justificar la catástrofe de lo que se puso en escena ante ellas y se acabó de sacrificar en los corrales de la sala de montaje. Es mala. Y basta. Si en las salas de cine hubiera presidente, a los pocos minutos de proyección sacaría el pañuelo verde para que devolvieran la película a los corrales.

Al holandés Menno Meyjes, premiado guionista de El color púrpura, Indiana Jones y la última cruzada o El sueño del mono loco, le debieron decir de chico aquello de "¡que viene el Duque de Alba!" cuando no se comía la sopa. Y se ha vengado de España perpetrando esta película insustancial y superficialmente tópica sobre el torero triste y su amante de rompe y rasga en una España fasciobeata.

A Penélope y Adrien les debieron decir que Lupe Sino era una mujer fatal y Manolete un hombre atormentado, por lo que la primera se dedicó a concentrarse en una mirada de pozo mientras el segundo ponía una cara de desolación lindante con el estreñimiento. Y se quedaron tan contentos. Lástima. La Cruz no ha demostrado ser esa gran actriz latina que dicen que es, supuesta heredera de la belleza de la Loren y el desgarro de la Magnani. Pero Brody sí es un buen actor, aunque aquí no se haya tomado el trabajo de demostrarlo, como si su parecido con Manolete le bastara.

Pero lo peor no son las interpretaciones. Lo peor es el guión simplista trufado de flash-backs que no aportan nada y, sobre todo, la realización y el montaje. La figura de Manolete queda reducida a la de este monigote que parece confundir la tristeza con el alelamiento perpetuo; y su vida, a un pasmado ir y venir de los ruedos de tierra a los de las sábanas. El montaje paralelo de una corrida con Penélope Cruz mostrando encantos de lencería en un vestidor, ritmado con flamenquito, representa bien los errores que la película acumula. Que culminan en otro montaje paralelo: el que mezcla la fatídica corrida de Linares con la amada corriendo hacia la plaza en su coche descapotable en plan Penélope Glamour y el recuerdo de una faena de cama del maestro. El amor que escandalizó a España representado sin pasión, la estrecha España de los años 40 recreada con la sosería propia de Amar en tiempos revueltos, la tauromaquia evocada sin arte y la muerte de Manolete escenificada sin sentido de la tragedia.

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