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Unas Navidades muy animadasUnas Navidades muy animadas

  • En lo que va de siglo XXI, el cine de animación ha conocido una espectacular efervescencia y ya no hay temporada sin nuevos varios estrenos con los que maravillar a todos

Hubo un tiempo en que la Navidad era el feudo exclusivo de Walt Disney Pictures y el papá o la mamá que quería llevar a sus retoños al cine en estas fechas debía pagar un peaje forzoso al dueño y señor del Reino de la Animación. Nos limitamos a verificar un hecho, no a dar una colleja crítica, pues los filmes Disney han sido en general productos muy cuidados, nunca mediocres, raramente insatisfactorios. Faltaba mayor variedad, ésta es la verdad; un objetivo sólo conseguido plenamente en la última década. En lo que va de siglo XXI, el cine de animación ha conocido una espectacular efervescencia y prácticamente no hay temporada sin varios nuevos estrenos. En estas Navidades, en concreto, han coincidido una serie de títulos que coronan una añada excelente -Ponyo en el acantilado, Coraline, Up- y que nos permiten tomarle el pulso al género.

En primer lugar, se constata lo que se preveía. Que la animación generada por ordenador ha desbancado por completo el dibujo tradicional hasta el punto de relegar las producciones a la vieja usanza a actos de trincherismo, prácticas de resistencia, contestación incluso de los tiempos modernos, como sucedió con la exquisita propuesta de Hiyao Miyazaki, Ponyo en el acantilado, y como está sucediendo con Tiana y el sapo, el regreso de Disney por sus fueros y donde dije digo digo Diego -recuérdese que la productora había anunciado formalmente su adiós a este tipo de animación tras la desastrosa taquilla de Zafarrancho en el rancho (2004)-. La última producción Disney llega para ilustrar aquel viejo refrán, el de que nunca debe decirse que de este agua no se beberá, pues cuando la sed aprieta cualquier chorrillo es agradecido. No hay vuelta de hoja; asustada por la competencia, Disney está volviendo al terreno donde se sabe imbatible. Tiana y el sapo también hace pensar en ese adagio retrógrado, según el cual, cualquier tiempo pasado fue mejor. El filme no se contenta con echar la vista atrás; recupera aquellas fórmulas del pasado otrora denostadas, ahora reivindicadas, veremos con cuánto acierto.

De todos modos, el favor dispensado a ésta u otras películas de animación tradicional no mermará la predilección por la paleta informática. El futuro, al menos el futuro próximo, es digital. Las incursiones españolas en este campo, en consecuencia, apuntan en tal dirección y si en las Navidades pasadas tuvimos El lince perdido de Manuel Sicilia y Raúl García, que tuvo que suplir las limitaciones de presupuesto con unas mayores dosis de entusiasmo, en éstas hemos contado con Planet 51, dirigida al alimón por Jorge Blanco, Javier Abad y Carlos Martínez. La película parte de una buena idea: darle la vuelta a la tortilla sobre invasiones extraterrestres haciendo de la humana la raza alienígena y sufriendo en nuestras carnes el miedo al otro; un interesante ejercicio de extrañamiento que permite al espectador (al niño) una reconsideración del concepto de diferencia. La idea es buena, digo; el guión, vulgar. Como era de prever, dado su currículum, el guionista Joe Stillman usa y abusa del apunte chabacano, escatológico y cinéfago (la historia se construye a base de un sinfín de películas previas). Afortunadamente, la puesta en escena lima estas aristas y construye un relato eficaz, aunque marcado por su naturaleza ferozmente mercantil. A nadie se le escapa que Planet 51 ha sido concebido con los ojitos puestos en el súper-mercado norteamericano.

En líneas generales, se percibe asimismo una mayor exigencia. DreamWorks, el único sello capaz de hacer sombra a Disney, parece haberse puesto las pilas y si el año pasado estrenó la regocijante Kung Fu Panda, este año ha ofrecido otro título estimable, Monstruos contra alienígenas, que ojalá marque el camino a seguir (y es que la DreamWorks tiene en su haber algunos de los peores filmes animados en esta década). Este mayor rigor alcanza a productoras sin un papel relevante en la parrilla comercial, como Sony Pictures Animation, división de la Columbia Pictures, cuya Lluvia de albóndigas ha sido, así sin más, una de las mejores comedias estrenadas en los últimos tiempos. La película hace gala de un humor inteligente, además de un endiablado sentido del ritmo, que recuerda aquellas estupendas sátiras contra el american way of life (o contra ciertos aspectos del mismo, tales como la cultura del derroche) firmadas por Frank Tashlin en los años 50. El científico patoso de Lluvia de albóndigas podría haber sido perfectamente incorporado por Jerry Lewis; incluso comparten una parecida mímica corporal.

Por fin hemos podido ver Número 9, una sugerente fantasía apocalíptica que se estrenó en Estados Unidos el 9 de septiembre del año pasado (o sea, el 9/09/09). La película describe un Apocalipsis futuro en el que las máquinas prácticamente han aniquilado la vida sobre la Tierra; nuestra esperanza está en nueve muñecajos a quienes insufló vida un misterioso inventor, uno de los cuales, el que hace nueve, se revela con unas especiales dotes para el liderazgo. Dirigida por Shane Acker, Número 9 fue en principio un corto de once minutos nominado al Oscar en 2006. El largometraje ha sido apadrinado por Tim Burton, y comparte con éste un mismo gusto por lo bizarro, lo tenebrista, lo diferente. La película es extraordinaria, pero uno se pregunta, pues algunas escenas son realmente inquietantes, si no provocará más pesadillas que ensoñaciones entre el público infantil. Sea como fuere, culmina una cosecha memorable e inaugura otra que promete no quedarse atrás. Veremos.

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