Ramón Fontserè, director de Els Joglars

Ramón Fontserè: "Si haces un comentario, en seguida te ponen la etiqueta de reaccionario, retrógrado, facha..."

  • El actor y director de la mítica compañía catalana reflexiona sobre la locura del presente en ¡Que salga Aristófanes', una obra sobre la cultura de la cancelación y los tabúes en una sociedad que no admite matices

Ramón Fontserè:

Ramón Fontserè: / R. G. (Granada)

Els Joglars, más que una compañía de teatro, es una institución cultural. Al estreno de su obra, Que salga Aristófanes en los Teatros del Canal de Madrid acudió el ministro de Cultura, Miquel Iceta. La misma con la que este sábado recalan en el Festival del Humor de Santa Fe y que el próximo mes llevarán a Torrelodones, Pontevedra, Vigo y Alcalá de Guadaira. La formación privada en activo con mayor trayectoria continuada en Europa celebra así en 2022 su 60 aniversario con este homenaje al padre de la sátira y la comedia. El punto de partida es el ensayo de una obra del comediógrafo clásico un Centro de Reeducación Psicocultural. Ese montaje está dirigido por un ex profesor universitario especializado en mitología griega que fue expulsado de su trabajo debido a unos polémicos tweets que lo hundieron personalmente. Ese es el punto de partida que permite al grupo que fundara Albert Boadella y ahora dirige Ramón Fontserè seguir arremetiendo contra los vicios de la sociedad actual, como la cultura de la cancelación, el lenguaje inclusivo o el movimiento identitario. 

-¿Por qué ahora volver los ojos a la antigüedad clásica y especialmente a Aristófanes?

-Porque es un referente nuestro, simboliza la libertad. En sus comedias satirizó sin piedad las tendencias, costumbres y prácticas de la Atenas del siglo IV a. C., por eso uno de los mayores elogios que se le hacen como autor es decir que conocemos perfectamente esa sociedad griega porque él la supo retratar en sus obras. Y nosotros somos un grupo que nos inspiramos en la realidad, como él hacía. 

-El protagonista de la obra vuelve a ser un personaje tipo de la historia de la literatura: un loco, un profesor cancelado que a veces piensa que es Aristófanes. 

-Sí, nuestra estructura dramática parte de este catedrático que ha sido expulsado de la Universidad por los escraches de sus propios alumnos y sus colegas. Eso le produce unas secuelas mentales que lo llevan a internamiento en un hipotético Centro de Reeducación Psicocultural para que vuelva a lo que es la corrección política. Allí, como es un profesor muy versado en las clásicas, se toma como Aristófanes, como un ejemplo de libertad frente a una sociedad cada vez con más tabúes intocables. 

"Antes pensar diferente era respetado. Ahora si te sales del redil eres un traidor"

-Ese es uno de los grandes problemas de la sociedad actual, la presión social llevada al extremo de la anulación o cancelación de los individuos, incluidos los artistas y sus obras.

-Ahora el matiz, dudar sobre un tema que se comenta, ya es estar a la contra. Todo está minado y no sabes dónde te puede explotar. Ahora no se puede hablar de manera espontánea y natural. Te tienes que vigilar porque si haces un comentario en seguida te ponen la etiqueta de reaccionario, retrógrado, facha... lo que sea. Cada vez hay más miedo. Antes pensar diferente era respetado. Ahora si sales del redil ya eres un traidor. Las redes, una cosa que empezó en 2010 para poner fotos de los niños y decir que has pasado un fin de semana fantástico, se han convertido en un lugar en el que si no estás de acuerdo con lo que uno dice, opina o comenta, ya eres el mal. Y a veces los propios linchadores terminan también linchados. Lo que Aristófanes sugiere es que haya controversia, que haya polémica, pero que no sea una cosa de castigo y de odio. 

Ramón Fontserè, en el centro de la imagen, junto al resto de los actores de la obra. Ramón Fontserè, en el centro de la imagen, junto al resto de los actores de la obra.

Ramón Fontserè, en el centro de la imagen, junto al resto de los actores de la obra. / R. G.

-Woody Allen, que ha sido precisamente uno de los cancelados, decía en una entrevista reciente que "pronto nos reiremos de todo esto" y que esta etapa de corrección política, lingüística, sexual... pasará. Como creador, ¿cree que esta ola de presión social tendrá fin o con las redes sociales se ha llegado a un punto de no retorno?

-Es difícil, pero tengo esperanza en esa frase de Montaigne que decía "la vida es ondulante". Unas veces estás aquí y otras veces estás abajo. Espero que esta presión disminuya. Yo empecé en el 83 a hacer teatro y puedo asegurar que en los años 90 había cierta apertura y libertad para hacer las cosas. No pasaba nada. Nosotros tuvimos querellas, atentados... de todo. Había una censura pero había una contracensura que nos apoyaba. Ahora eso ha cambiado. El censor antes era muy definido ahora es todo el mundo: puede ser tu amigo, tu tío... Aristófanes, en su obra Las avispas, habla de la facilidad de la sociedad griega para juzgar. Había cola para ser juez -creo que también porque también les daban un dinero-. Ahora todo el mundo opina y cualquiera te puede lanzar uno de esos misiles que desacreditan tu reputación. Y aunque luego se compruebe que eres totalmente inocente de lo que te han dicho, al linchador no le pasa absolutamente nada. Eso lo reflejamos en nuestro espectáculo con humor, ironía, poesía y belleza. 

-¿Cree que detrás de todo esto, incluso en cuestiones de género, hay realmente esa una corriente de neopuritanismo de la que tanto se habla?

-Yo creo que sí. El Gobierno se apoya mucho en las redes sociales. Tiene que imperar el sentido común. Hay gente que ha luchado para que los malos vicios de la sociedad en cuestiones de género se reconstruyan y sean mejores, pero ya se ha llegado a un punto que es una parodia. Un poco de reflexión, que es lo más natural. Todo lo otro son unos montajes porque detrás hay unas políticas y unos réditos que se van manteniendo. Pero eso estoy de acuerdo con lo que dice Woody Allen, irán desapareciendo. 

"El Gobierno se apoya mucho en las redes sociales. Tiene que imperar el sentido común"

-Las redes sociales son como los coches, que sacan el lado más agresivo del vecino. ¿Cree que, propiciado por estas, hay un excesivo peso de la retórica que tanto criticó Aristófanes en la vida social y política?

-Sí, creo que hay una retórica tendenciosa de manipulación. Las noticias en redes sociales hay que ponerlas siempre en cuarentena. En la época de la superinformación hay una proliferación de fake. Tanta información desinforma porque son como explosiones en las que no da tiempo a asimilar lo recibido y en seguida hay otra. Uno se siente como un hámster que va dando vueltas en las rueda de las noticias sin parar.

-¿En eso se amparan los políticos para desdecirse sin ningún tipo de vergüenza? 

-Claro, los políticos lo utilizan mucho. Están muy al tanto de las redes sociales para sacar tajada, pero luego la realidad es otra. Frente a ese mundo virtual, está la realidad pura y dura. Por eso hay esos batacazos. 

-Con esta obra, Els Joglárs cumple 60 años. Usted se incorporó a la compañía en el 83 y Albert Boadella le pasó el testigo de la dirección en 2012. ¿Cómo ha sido la evolución en estas seis décadas?

-Els Joglars empezó siendo un grupo de mimo: era todo gestual, el actor desnudo con una malla. Luego se incorporaron algunas onomatopeyas. Luego unas frases y al final terminamos con un libreto de unas 60 páginas. Nosotros seguimos ensayando en las afueras de Barcelona, en la cúpula, dando mucha importancia a los tiempos de estreno: a mayor opción para ensayar, mejor trabajado saldrá el espectáculo. Más 'lamido', porque se habrá puesto en observación desde todos los ámbitos. Eso se ha mantenido aunque el teatro actual ha ido evolucionando en unos espacios cada vez más cortos. No hay paciencia, no hay trabajo de artesano. Yo he vivido, digamos, la utopía de Els Joglars: era una compañía en la teníamos todo, con giras fantásticas, finanzas boyantes, una cúpula de ensayo en medio del busque, vivíamos en una mansión fabulosa a mil metros de altura. Esto era posible gracias al talento y el empeño de Albert Boadella para conseguir una gran composición artística de cada uno de los actores. Con la crisis eso ha desaparecido pero mantenemos esa ética y estética de Els Joglars que entiende la construcción de las obras con una manera pausada para profundizar, llegar al máximo para que nuestro espectáculo sea digno de subir a unas tablas. 

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