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Ritmo de gasolinera

  • Las casetes de las gasolineras son el antecedente más directo del movimiento 'friki' que asola el mundo musical en la actualidad

Igual que los toros de Osborne, las casetes de las gasolineras deberían ser una especie protegida. Transportan a una época en que los clubs de carretera eran whiskerías y las familias exhibían su intimidad en la baca del coche. Ahora tienen un toque kitsch pero en tiempos se conocían como horteradas; a secas.

La España de los Seat 1500 tenía artistas como Pillo's Boys, El Pelos y los Marus o Los Toretes -en alusión al delincuente juvenil que protagonizó una trilogía cinematográfica-. Pero quizás, una de las carátulas míticas en la España más cañí es la protagonizada por Patricia 'La Tumbahombres', con un disco que llevaba por título Saca la mano, Mariano. Y la susodicha, con una minifalda blanca dejando casi a la vista 'ese oscuro objeto del deseo', provocaba al pobre Mariano de turno. Pasado el tiempo, es una superviviente que tiene publicados once discos, sigue en minifalda y ha ampliado el repertorio con temas como Un macho en el salón de belleza.

Pero lo común es que los integrantes de estos grupos hayan pasado de vender discos en gasolineras a trabajar en ellas. Y quien sepa de sus hazañas le habrá puesto el mote de moda: friki. Pero hay casos aparte, como un disco titulado Así cantan los laringectomizados, una asociación de León de riguroso traje negro y pañuelo al cuello. Un delirio.

Otro hallazgo 'arqueológico' es el disco de Los Toretes Cambia niña, en plena fiebre de la rumba canalla que conoció en Los Calis -otro grupo carne de gasolinera- y Los Chunguitos mejores ejemplos. Con una chaleco que parece robado al Dúo Dinámico de Quisiera ser, eran lo más de lo más en un Seat 124 Sport con casete autoreversible. El disco en cuestión, Caramba niña, bien pudo enamorar a alguna joven a la salida de una discoteca. Y es que entre los Toretes y Cien canciones de amor y una carta desesperada no hay color. Ya entonces los chulos de barrio ligaban más que los poetas sensibles. Y qué decir del disco Rafael Farina canta a la locutora de España Encarna Sánchez, con un taxi 1500 sorteando las plazas de Madrid. Más cañí que un 'calientatapas' en un bar y un mondadientes en el colmillo.

Y para que los ingleses no se cuelguen medallas inmerecidas está el antecedente español de los Backstreet Boys, conocidos como Tope y con discos como Tú me vas. Con mono naranja y despecheretados, parecen ir de dancing al mismo corredor de la muerte, lugar en el que efectivamente acabaron -musicalmente hablando-.

Pero, quizás el número uno de las portadas es Madre, soy cristiano homosexual, la salida del armario musical del artista conocido como José Ángel. Aunque más que salir del armario, parece que lo echaron de él gracias a estribillos como: "Quiero decir, a todo el mundo, especialmente a aquellas personas que nos marginan, que nosotros los homosexuales somos personas como ellos verán, que no somos animales venidos del infierno, que ya llevamos en la vida una cruz muy grande, para que sobre ella nos tachen de retrasados". En aquella época, igual que ahora, los juzgados de guardia no entraban en los crímenes musicales. En general, todas estas portadas eran primeros planos del ¿artista? en cuestión. Cuando pasen los siglos y el investigador de los años ochenta se encuentre con estos discos, bien podrá pensar que era el canon estético de la época, el sumun de la belleza. Ahí está Dandy Solomón para demostrarlo con su disco Paso de todo, donde aparece rodeado de tres féminas de bandera seducidas por la pose de James Bond de Torremolinos del susodicho.

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