Andrés Cárdenas: "Siempre trato de tener lleno el depósito del sentido del humor”

El periodista y escritor completa su trilogía sobre el personaje Torcuato Quijano, esta vez intentando frustrar un atentado terrorista en el embovedado del Darro, con un libro que se presenta el lunes, día 3 de noviembre, en la Biblioteca de Andalucía

Puerta Real o el kilómetro cero de la malafollá granaína

Andrés Cárdenas, en la Carrera del Darro con el libro que va a presentar.
Andrés Cárdenas, en la Carrera del Darro con el libro que va a presentar. / G. H.
Fran Ortiz

Granada, 02 de noviembre 2025 - 12:34

Decía Cioran que “lo más difícil del mundo es hablar de uno mismo sin exasperar al prójimo. Una confesión solo es tolerable si el autor se disfraza en ella de pobre diablo”. Es lo que ha hecho Andrés Cárdenas, disfrazarse de nuevo de su personaje Torcuato Quijano para escribir su última novela: Atentado en el embovedado del Darro. Con esta obra el autor cierra su trilogía sobre este personaje que ya fue protagonista de El extraño caso de la leche en polvo y de La vidente ciega. Torcuato Quijano, periodista inadaptado y anacrónico, unas veces, y coherente y equilibrado, otras, está empeñado en seguir su instinto en casos en los que considera que pueden sacarlo del anonimato y plantarse en el olimpo de los elegidos. Aguzado por el dédalo de una peripecia que piensa puede poner en peligro la ciudad en la que vive y ama, que es Granada, se mete de lleno en un asunto que durante cinco días absorbe sus energías y su ímpetu periodístico. El protagonista tratará de impedir que se cometa un atentado terrorista durante la celebración de la Fiesta de la Toma de Granada en el túnel del embovedado que cubre el río Darro y que tiene como objetivo destruir el Ayuntamiento. El humor, el absurdo y lo esperpéntico se dan la mano en esta libérrima fabulación que se nutre de personajes reales y de esos paisajes urbanos que todo lector debe conocer sobre la ciudad de la Alhambra. El libro, editado por Esdrújula, se presentará el próximo lunes, día 3, en la Biblioteca de Andalucía a las siete de la tarde.

Pregunta.-¿Es usted más Andrés Cárdenas que Torcuato Quijano?

Respuesta.-¡Puf! A estas alturas de mi vida ya no sé bien quién soy. Cuando me levanto soy el jubilado Andrés Cárdenas, pero poco a poco, cuando hablo con la gente y me cuenta cosas, me voy convirtiendo en el periodista en activo Torcuato Quijano, tal vez porque aún sigo creyendo en la profesión de la que he comido y con la que he mantenido a mi familia.

P.-Del periodismo actual, ni hablamos.

R.-Bueno, es una profesión que actualmente cotiza a la baja. El periodismo tiene que definirse de nuevo. Está en muy mal momento. Internet y las nuevas tecnologías han cambiado mucho la manera de hacer llegar las noticias a los usuarios. Y la más afectada ha sido la prensa escrita. No hay más que acercarse a un quiosco y ver los ejemplares que se venden. El otro día vi a un hombre en el autobús leyendo un periódico de papel y estuve a punto de pedirle un autógrafo. A esta crisis se añade el que hoy día el consumidor de noticias no sabe si lo que está leyendo u oyendo es verdadero o falto. Todo esto tiene a la profesión en jaque.

P.-Con este libro cierra usted su trilogía de novelas de humor.

R.-Sí. Cuando el año pasado cumplí 70 años, creí conveniente jubilar a mi personaje, que lo utilicé cuando estaba en prácticas de periodismo y luego lo hice trabajar en un periódico más de 30 años.

P.-Me imagino que Torcuato Quijano es de Guadix.

R.-Él no. Su madre era accitana y le puso el nombre del patrón del pueblo, como no podía ser de otra manera. Torcuato es como Ignatius Relly, el personaje de La conjura de los necios, pero en periodista.

P.-¿Cómo de importante es la literatura de humor para usted?

R.-Bastante importante. Creo que sin sentido del humor es más difícil aguantar los reveses que suele darte la vida. Desde hace mucho tiempo no sé escribir si no es dando a mis escritos un tono humorístico, que practico tanto en mis libros como en mis columnas y crónicas urbanas. He intentado escribir dramas lacrimógenos e incluso novelas policiacas, pero no me salen.

P.-¿Tiene su Torcuato ideología política?

R.-Qué va. Por mucho que lo trato no llego a descubrir cómo piensa en realidad. A él le pasa como a mí, que militamos en la amistad. Yo tengo amigos que son de Vox y aman el fútbol, por ejemplo, y otros de izquierdas de toda la vida que odian el balompié porque creen que es alienante. Esos amigos en los que las posibles discusiones nunca hacen llegar la sangre al río. Además, delante de un vino o una cerveza todos pensamos lo mismo. No hay ideología que valga.

P.-Se está convirtiendo usted en un escritor prolífico. ¿Cuántos libros lleva ya publicados?

R.-No lo sé. No los he contado, pero sí, creo que bastantes. Aunque muchos de ellos son recopilaciones de mis escritos en los periódicos. Pero no voy a parar. Seguiré mientras pueda. Ya he entrado en la cuarta edad y pasaré por ella haciendo lo que me gusta hacer: escribir.

P.-Pero usted ha escrito que la Inteligencia Artificial va a acabar con la creación, que el futuro no habrá escritores.

R. -Posiblemente. Para mí la Inteligencia Artificial es una herramienta maligna. Los escritores e investigadores le estamos dando de comer todos los días y lo que hacemos es engordar un monstruo que no sabemos cómo llegará a ser. El otro día le hice una pregunta sobre Granada al chapegeté ese y me contestó con un texto que yo había ya publicado. La muy hija de puta me copió sin pagar derechos de autor, ni siquiera citarme. Por eso no me fío de ella.

P.-Usted es una persona popular en Granada precisamente por lo que escribe. Tiene muchos seguidores.

R.-Sí. Escribo por mí y por ellos. Dijo Víctor Hugo que la popularidad es la gloria de la calderilla. Pues yo me apaño bien con esa calderilla. Cuando alguien me para por la calle y me dice que le gusta algún escrito mío, pues me alegra, como es natural. Aunque a veces me lleve chascos. Como aquella vez que una señora me paró en el Paseo del Salón preguntándome si era el señor Cárdenas. Le dije que sí, creyendo que iba a alabarme mis columnas o mis escritos. Pero al final lo que quería era que yo le proporcionara un plato hondo que se regalaba con el periódico en el que trabajaba. Por supuesto, se lo conseguí.

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