"El baile tiene que ser extremista, no se puede mentir para bailar"
Rafael amargo. bailaor y coreógrafo
El artista flamenco continúa con la interpretación de 'Poeta en Nueva York' en el Teatro del Generalife hasta el 29 de agosto y tiene en mente "hacer otro Lorca" tras este espectáculo
"Amargo, Alberto y Alejandro, los tres empiezan con a, ¿la be pa' qué?". De esta manera se presenta el bailaor, de nombre Jesús Rafael García (Valderrubio, 1975), ante el redactor y el fotógrafo tras el apretón de manos. Fue a la cuarta cita -la vencida- para hacer la entrevista cuando atendió a este periódico. Hasta entonces, por hache o por be, no había manera de que acudiera a alguna. Después del saludo no hizo falta pedirle que posara ante la cámara. El coreógrafo sigue con su espectáculo Poeta en Nueva York en los Jardines del Generalife hasta el 29 de agosto.
-Hace tres semanas decía que volvía a un sitio donde creía que tenía que haber empezado. ¿Qué puertas le cerró Granada?
-En realidad decía que es el sitio típico donde se debe de empezar haciendo una carrera grande, pero creo que lo que sucede conviene. Además es mejor venir al festival Lorca y Granada en el que me dan 31 días que al Festival de Música y Danza donde hubiera estado un día. Dirigir el ciclo Lorca y Granada es la guinda del pastel. Estoy muy contento de que haya sido así, de esta manera. Yo sé me he quejado mucho, pero me he quejado porque -como todo granadino, todo sevillano, como cualquiera...- quería hacer esto. Como están las cosas: que te den 31 funciones seguidas lo quiere cualquiera. Lo que no quiero ahora es irme, me quedaba aquí todo septiembre.
-¿Cómo han sido estas semanas de reencuentro con la ciudad?
-Se me ha pasado volando. No me he dado ni cuenta.
-¿También habrá un sido reencuentro familiar.
-Sí, aunque estoy en el Albaicín encerrado y todavía no he ido ni a mi pueblo, a Valderrubio. El Albaicín es un gran resumen de lo que es la ciudad o, al menos, de la Granada que a mí me gusta de verdad. Si me quieren ver estoy por allí, perdido por las calles del barrio que son estrechas y mágicas .
-La relación con Lorca le viene de lejos. Su abuelo era cartero y confidente del poeta, ¿qué les contaba?
-No llegué a conocerlo porque él murió cuando yo nací. Soy el penúltimo de mis primos, y solo hemos sido dos los que no lo hemos conocido. Los demás sí que lo conocieron. Nosotros hemos crecido con esa educación lorquiana y con esa cuna. También con la poesía y las historias de Lorca. Ese dramatismo de cuando nos queremos, nos queremos mucho y cuando nos dejamos de querer, nos dejamos de querer mucho. Lo que contaba Lorca en su obra era lo que vivía. Por ejemplo, enLa Casa de Bernarda Alba que habla de su familia en mi pueblo, Valderrubio, los personajes son muy aprensivos, muy apretados. Y es que allí somos así.
-¿Se puede bailar sin ser pasional?
-El baile tiene que ser extremista, siempre me apoyo en el estado de ánimo que tengo. No se puede mentir para bailar. Cuando uno está triste baila triste y cuando está contento, baila contento.
-Llegó a la ciudad diciendo que comenzaba un segundo tiempo del partido en su vida, como hizo Antonio Banderas en el discurso de los Goya. ¿Qué deja atrás?
-Sí, se lo cogí a Antonio porque lo adoro. Me parece un andaluz ejemplar y una persona maravillosa. ¿Qué dejo atrás? No dejo nada. Me lo llevo todo para adelante con esas experiencias y esas anécdotas porque uno no puede renegar del pasado. Y gracias a Dios tengo un pasado estupendo en el sentido de que es mío. Tienes que amar tu pasado, lo que sí hay que evitar es cometer algunas torpezas y ser uno mucho más listo. Uno conforme va creciendo tiene menos ganas de querer equivocarse. Pero soy muy atrevido y siempre estoy en el precipicio porque me pone.
-¿No tiene que ver con que pasan los años y gana peso el lado más racional frente a la parte más pasional?
-Yo soy mucho más pasional que racional. Lo racional me pone muy nervioso porque hay que hacer un esfuerzo para pensar tremendamente. Yo prefiero el precipicio, pero eso sí, ahora me pienso las cosas un poco y lo hago para no intentar equivocarme. Porque después hay un sufrimiento que es innecesario.
-A lo largo de su obra, la presencia de Lorca está de una manera u otra, como en el documental que protagonizó junto a Chavela Vargas, 'El amor amargo de Chavela'. ¿Cómo fue estar con la cantante?
-Estuve cuatro meses con ella y los días que menos estaba eran de ocho horas. Todos los fines de semana los pasaba con ella porque me fui a hacer un programa a México. De hecho, este fue el último beso que Chavela dio antes de morir (señala su brazo y debajo del tatuaje del beso se lee Macorina, título de una de las canciones de la costarricense). Me fui a cuidarla y me contaba unas anécdotas increíbles. Le dije a Chavela que teníamos que ser generosos, que no podíamos no contarle al mundo todas estas cosas que nos estaban pasando y me estaba contando. Tenía que ser un ejemplo para la gente joven que quiera vivir la vida tan fuerte como ella. Me dijo que si lo hacía yo, no le importaba contarlo. Y entonces ya ficcioné esto con el referente de Lorca. El poeta era la excusa siempre, y Chavela en los últimos días de su vida siempre hablaba de Lorca y lo tenía presente. De hecho, la realidad superó a la ficción en ese documental porque el hilo conductor era una carta que yo escribía en la que Lorca, Neruda -y todos los grandes que estaban muertos- le decían "Chavela, vente ya con nosotros". Ella tenía 93 años y se vio que en la última secuencia de la película se muere de verdad. La carta era enviada desde el cielo por mi abuelo, como cartero -de parte de Lorca- y yo como mensajero se la llevaba a México. Acabé de hacer la película y lo que yo había escrito en el guión fue lo que sucedió.
-Fue director de esa película documental y lo audiovisual también está presente en el espectáculo Lorca y Granada.
-Fue un encargo que me hizo ella. Ahora con el espectáculo, la parte recitada con Cayetana, Marisa Paredes... la hice con Juan Estelrich. De hecho, en la obra que vamos a hacer de Buñuel también vamos a trabajar con cine. Y el espectáculo Don Quijote, Pasajero en Transito que hice con La Fura dels Baus y Lagartija Nick también fue con cine. Fue el primer bailarín que introdujo lo audiovisual en la danza flamenca -y está feo que lo diga-, pero el que mejor lo ha usado. También porque es muy complicado usarlo con danza.
-En el espectáculo, lo audiovisual ha servido para encajar el elenco original que estrenó en 2002 en el Teatro Lope de Vega.
-Digamos que ha sido como el hilo conductor. Tanto la voz en off como el audiovisual es el hilo conductor para llegar hasta la poética de este Poeta en Nueva York que es uno de los tantos editados y en el que se cuenta todo el viaje del poeta. Desde que llega a Nueva York, cuando se va a pasar el verano en Vermont, cuando vuelve del campo a la ciudad y ya no le sorprende, cuando va a Cuba...
-¿Cuántas veces le habían dicho que estaba loco por versionar una obra como 'Poeta en Nueva York'?
-Me dijeron "pero si eso es dificilísimo, no tiene personajes al uso, eso cómo lo vas a contar". Dejadme que yo cree como vea, ahí está el desarrollo del artista. Y eso es lo que más me ha gustado. De hecho, otra de las obras que más me gusta de Federico es El Público y es otra de las más difícil de adaptar.
-¿Dejarás a Lorca un tiempo de lado después de 31 funciones en el Generalife?
-Voy a hacer otro Lorca después de este. Me gustaría trabajar sobre el erotismo, acerca de Lorca y el sexo, y toda esa parte tan morbosa y pajillera (entre comillas) del sexo de la que hablaba. Era muy voyeur, también práctico. Creo que esa parte hay que contarla sin prejuicios y sin miedo.
-Seguramente la elección de esas obras, que en un primer momento resultan más difícil de adaptar, sea porque se siente más creador que intérprete.
-Sí, yo me siento así. Bailar hay muchos que bailan muy bien, pero cuento mejor las cosas. No soy el que mejor baila ni me interesa. Yo soy más creador que intérprete y aquí en Granada hay mucha gente que baila muy bien, pero juntar un paso con otro a lo mejor ya les cuesta más.
-Estudió en el Mulhacén el tiempo que estuvo Granada de joven, ¿no?
-Sí, en el Opus. Figúrate. Es como si pones un pescado en Sierra Nevada (se ríe). Primero estudié en Atarfe en las monjas, luego en el Mulhacén, de donde me echaron porque no se podía bailar. Me dijeron que el baile no era de seres humanos decentes, que era de maricones, y me fui a mi pueblo a Valderrubio y ya estuve en el instituto de Pinos Puente. Pero la mayor parte la hice en el Opus Dei.
-Con la Conferencia Episcopal tuvo problemas, cuando dijo que le demandarían si salía con una cruz religiosa hace ocho años en Tenerife.
-Sí, bueno. La Conferencia Episcopal es que yo creo que tiene problemas con todo el mundo, no es que yo los tenga con ellos. Me encanta la fe y me encanta Dios. Creo que lo quiero más que los propios curas. Creo en Dios y adoro la religión, pero no creo en los curas -aunque habrá como en todos los sitios, buenos y malos-. Adoro la fe, pero no a la Iglesia.
-¿Existían los nervios en la primera función de 'Poeta en Nueva York' en el Generalife?
-La verdad es que no me di ni cuenta. Me metí en una vorágine e hice el estreno. Tanto llorar y tanto sufrir porque yo quería venir a Granada y quería estrenar... Llegué con dos días de antelación: para el día del ensayo y estrené. No fue ni una semana, venía por ahí de gira. Del sur de Italia y antes de Corea. Es como si hubiera sido un estreno en otra ciudad del mundo. Me he encontrado a Granada de sopetón.
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