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El 'crooner' en el filo de la navaja

Donde: Auditorio José Martín, Salobreña Aforo: 150 personas.

Hemos de felicitarnos por la supervivencia de una iniciativa como Tendencias en estos tiempos en los que el concepto mismo de festival está tan devaluado, en parte por el abuso mismo del término, y en parte por la degradación a la que vienen sometiendo la mayoría de ellos al hecho del directo. Convertidos casi todos en las grandes superficies de la música en vivo, donde se banaliza su contenido y se liman los perfiles artísticos hasta diluirlos en un proceso de homogenización en el que la variedad es solo nominal, es encomiable que pervivan certámenes que apuestan por el respeto al artista y por la diferencia estética como es el que se ha venido celebrando durante los últimos 22 años en Salobreña. Basta echar un vistazo a los grandes festivales de verano que acaparan la atención de los medios, cuyos carteles parecen clones unos de otros programados por un soviet cultural, para darse cuenta de hasta que punto Tendencias rema contra corriente.

Así, huyendo de la oferta de música a destajo en la que importa más la cantidad que la calidad, el festival morrallero espacia su programa y ha venido calentando motores con diversas opciones (proyecciones cinematográficas, exposiciones o conferencias, como la que ofreció Diego A. Manrique) hasta llegar a la primera de las actuaciones programadas, la del incombustible e incorruptible Javier Corcobado en el Auditorio Municipal de Salobreña. Ahí radica otro de los hechos diferenciales de este veterano festival, la de ofrecer a cada artista en el espacio adecuado a su propuesta. La de Corcobado nunca ha sido acomodaticia, pues jamás le han interesado los caminos trillados, los atajos o las pistas bien asfaltadas, sabedor de que los dardos que alcanzan el corazón han de transitar los escarpados senderos emocionales del dolor.

Reconvertido en los últimos tiempos en una especie de crooner alternativo, apenas necesita refugiarse en su nutrido repertorio para ofrecer un concierto impecable. Impecable y personal, a pesar de ser versiones la mayoría de los temas que interpretó. Corcobado hace suyas canciones de diverso pelaje para completar un espectáculo cuya sobriedad no le priva del sentido trágico que imprime a todo lo que toca.

Venía presentando un ep de cuatro temas ajenos que viene a ser la continuación de su último álbum, también compuesto por material prestado. Junto a algunos recates de A nadie, el último disco con composiciones propias, le bastó una hora y veinte para levantar al público de los asientos y despedirlo en pie. Desde Te estoy queriendo tanto, la intensa declaración que escribiera Manuel Alejandro para Raphael, a la psicodelia de Losing touch with my mind de Spacemen 3, Corcobado abarcó un sinfín de registros para afirmarse como cantante inimitable. De su cosecha escogió la apocalíptica A nadie, Dientes de mezcal, La libertad, la mezcla de zambra y vals de La canción del viento y la soberbia ¿Por qué estoy tan triste? que junto a El futuro se desvaneció ayer nos recordaron de donde viene; que a pesar de sus coqueteos con el bolero o la ranchera es capaz de destilar crudo rock ruidista y no wave a la manera de James Chance & The Contortions con absoluta maestría. El resto sí discurrió entre homenajes en portugués a Caetano Veloso o Tom Jobim y Vinicius de Moraes; en español a Roberto Carlos o el gran José Alfredo Jiménez a ritmo de vals; en francés a Serge Gainsbourg, y en francés e inglés a Leonard Cohen con una sensacional lectura de The partisan.

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