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Una dama en los Arrayanes

Programa: Robert Schumann, Imágenes de cuentos op. 113; Paul Hindemith, Sonata op. 11 núm. 4 para viola; Alban Berg, Siete canciones de juventud (versión para viola y piano); György Kurtág, Signos, juegos y mensajes (selección); César Franck, Sonata en La mayor (versión para viola y piano). Solistas: Tabea Zimmermann (viola) y Silke Avenhaus (piano). Lugar: Patio de los Arrayanes. Fecha: martes 3 de julio de 2012.

El Patio de los Arrayanes de la Alhambra se rindió el martes ante los pies de Tabea Zimmermann, una intérprete que puede situarse sin lugar a dudas en la vanguardia de los violistas dentro del panorama actual. Secundada al piano por Silke Avenhaus, Tabea ofreció un programa valiente y comprometido, en el que repasó algunas de las páginas más representativas escritas para viola en los últimos doscientos años.

Una clara y agradable noche de verano se convirtió en el feliz presagio de lo que iba a ser un concierto extraordinario. El Patio de los Arrayanes, convertido provisionalmente en sala de cámara, reveló una vez más su espléndida condición acústica, en la que los sonidos de la música íntima resuenan sin límites físicos y se expanden libremente flotando en el ambiente. Allí, Tabea Zimmermann alzó su arco, y durante hora y media cautivó el oído y el alma de quienes acudimos en la noche para disfrutar de su arte.

Zimmermann no sólo es una gran conocedora del repertorio para viola, sino que aúna en su persona la doble faceta de solista y pedagoga, con lo que su acercamiento a la música refleja una concepción global de la obra de arte. Su técnica y buen gusto interpretativo han servido de inspiración para varios compositores contemporáneos, tales como Ligeti o Kurtág, que le han dedicado pequeñas joyas de su producción. La calidez tímbrica de la viola, a caballo entre el violín y el violonchelo, y su proximidad en tesitura a la voz humana han posibilitado también que, en ocasiones, este instrumento se haya apropiado, con resultados muy coherentes, de obras escritas para otra plantilla. De todo ello Tabea Zimmermann dio muestras en un recital de considerable dificultad y densidad expresiva.

La violista alemana abrió su intervención con las Imágenes de cuentos de Schumann. Escritas en los últimos años de su vida, estas pequeñas piezas para viola son una síntesis del melodismo shumannntiano; a caballo entre una representación infantil y un canto elegiaco, la calidad melódica de las piezas se ve ricamente subrayada por el cálido timbre de la viola. Tabea Zimmermann, magistralmente secundada por Silke Avenhaus al piano, ofreció una emotiva interpretación de este ciclo de canciones.

Al hablar de la viola es casi imposible ignorar la figura de Paul Hindemith, un compositor que mimó este instrumento, que él mismo tocaba, y al que le legó algunas de las mejores páginas jamás escritas. Tal es el caso de la Sonata op. 11 núm. 4, escrita para viola y piano; junto con la núm. 5, escrita para viola sola, esta obra forma un díptico singular, en el que se exploran al máximo las posibilidades expresivas del instrumento. Zimmermann abordó con cabal seguridad y criterio firme la partitura, cuya interpretación quedó explícitamente descrita por el autor; así, la violista fue adaptando a las necesidades interpretativas de la obra su intervención. Si aparente dificultad, con gracia y ligereza en los movimientos de muñeca y con una presencia constante y equilibrada del arco, la intérprete describió su discurso con el ritmo adecuado, rindiendo así su particular homenaje a un monumento de la literatura para este instrumento.

Uno de los préstamos de los que antes hemos hablado es el que se produce en las Siete canciones de juventud de Alban Berg. Tabea Zimmermann se sintió muy atraída por esta pieza al escuchársela cantar a la mezzosoprano Anne Sophie von Otter, y decidió hacerla suya. La cercanía en tesitura de la parte vocal con la viola no hizo difícil la traducción musical; más complicada resulta la traducción semántica, pues las piezas se basan en poemas que no son escuchados en la versión para viola. Sin embargo, el dulce dialogar de Tabea y su dominio expresivo del instrumento hicieron que su canto estuviese cargado de sensaciones y significado como si de un rapsoda se tratase, en perfecta armonía con la parte de piano.

Entre las obras que le han dedicado a Tabea Zimmermann figura un pequeño aforismo que, con el título Una flor para Tabea, incluyó György Kurtág en sus Signos, juegos y mensajes. Esta breve pieza, construida a base de evoluciones armónicas para viola sola, es un precioso regalo sonoro que la intérprete compartió con el público asistente. El dominio del instrumento se hizo evidente una vez más al interpretar esta difícil partitura con un equilibrio y presencia tales que, más que armónicos, pareciera que estaba tocando sonidos plenos de una delicadeza etérea.

Par cerrar este colosal programa la violista escogió la monumental Sonata en La mayor de César Franck, de la que existe otra versión para violín. El escuchar esta partitura en manos de la viola de Tabea resultó un lujo sólo al alcance de quienes pudieron asistir a los Arrayanes. La coherencia temática de la pieza, construida sobre un esquema cíclico, y la riqueza de motivos expuesta en sus cuatro movimientos hacen de esta sonata una página difícil de comparar con cualquier otra pieza del repertorio para viola. Su interpretación fue simplemente perfecta, evidenciada en un magistral equilibrio en la pulsación y un ejercicio de arco calibrado a la perfección; el oportuno contacto de las cerdas con las cuerdas y la combinación justa de movimientos se tradujeron en un discurso musical que fluía suave y presente a la vez de las manos de Tabea, arropado por una colosal interpretación al piano de Silke Avenhaus, copropietaria del éxito de la interpretación. Ante tal demostración de maestría y buena música, el público asistente se volcó en una prolongada ovación a esta gran dama de la viola.

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