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Un hacedor de bellos espejismos

  • Por su intensidad artística, clarividencia plástica, trascendencia creativa y la dimensión de su obra es uno de los artistas más acertados de España

Debo confesar, lo expreso, además, con toda la tranquilidad del mundo, que la obra de Alejandro Gorafe es para mí, siempre un motivo de absoluta alegría. Creo que su intensidad artística, su clarividencia plástica, su trascendencia creativa y la dimensión de su obra lo convierten, para este que esto les escribe, en uno de los artistas más acertados y sabios del panorama nacional. Como lo pienso lo digo y no me duelen prendas. Es por tanto, un absoluto gozo volver a encontrarse con la obra multidisciplinar de este artista en plena sabia y jugosa madurez.

Hemos visto muchas veces y en distintos lugares la obra de Alejandro Gorafe; sin embargo, nunca había expuesto, de manera individual, en este espacio, creado hace, ya, algunos años, por el recordado Pepe Arrabal y que, junto con el artista que ahora nos ocupa, posibilitaron un tipo de galería abierta gestionada por el entusiasmo de un grupo de muy buenos aficionados.

La exposición acoge un conjunto de obras donde se manifiesta la amplia posición creativa de Gorafe. Sus piezas, esculturas, fotografías, instalaciones y sistemas de referencia pictórica pero con tratamiento ajeno a los habituales que producen los pigmentos, mantienen la mirada del espectador en una continua e inquietante expectación. Una y otra vez, la mirada encuentra guiños de absoluta complicidad; el artista ofrece trueques visuales que cambian la percepción de las imágenes. Crea un desasosiego emocional que cautiva; llevando al que contempla por discursos presentidos que rompen la inmediatez de lo que parece que el ojo capta.

Cada una de las piezas que se expanden por el bello espacio del Callejón del Señor, invitan a una reflexión, a una mirada distinta a la habitual, a un juego emocional, al feliz disfrute de lo ausente y lo presente, de lo mediato y lo inmediato, del trampantojo que embauca, del doble espacio -como en la Alicia de Lewis Caroll- de planos enfrentados. Sus obras son pequeños poemas visuales, juegos para la mirada suspicaz del espectador avispado.

Alejandro Gorafe se adueña del espacio creativo para componer estado que provocan, que amplían los horizontes de lo que la mirada capta, que gestionan una realidad a contracorriente, para que todo pueda ser susceptible de nuevas ofertas. Son espejismos -así titula la muestra-, que desvirtúan lo real, que mantienen la expectación hasta que el ojo se da cuenta de que existen muchas más dimensiones. Buena prueba de ello es la serie La vuelta al mundo de Alejandro Gorafe; una feliz recreación de cómo nada es lo que parece. Gorafe, con la complicidad de su amigo el fotógrafo Francisco J. Sánchez Montalbán, se apropia de unas fotografías que éste realiza en un viaje por las costas griegas. Mediante una sutil intervención, coloca la primitiva imagen al revés, posibilitando un nuevo paisaje, absolutamente diferente al captado por el objetivo de Monti. Una parecida dimensión, está mucho más sutil y enigmática que la que obtiene el gran Kandinsky al caérsele su obra al suelo y descubrir el concepto de lo abstracto.

Las obras de Alejandro Gorafe, se adscriben al mejor arte conceptual, aquel que proviene de una idea pero que no se queda en el puro espacio teórico sino que, en este caso, el desenlace artístico está lleno absolutamente de trascendencia creativa. Son obras que crean expectación, que abren los horizontes de la vista y de la mente, que hacen sonreír porque están llenas de fina ironía, porque descubren un universo de emociones, de bellos gestos transgresores que suscitan la complicidad de un espectador comprometido.

De nuevo la oferta artística de Alejandro Gorafe nos sitúa en esos horizontes llenos de magia donde, como él dice, nada es lo que parece.

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