Lirismo, emoción y raíces
Avishai Cohen tiene la capacidad de trasladar una imagen clara, sin confusiones, una marca diferente
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Crítica de música
Avishai Cohen Quintet
38 Jazz en la Costa Festival Internacional de Almuñécar
Avishai Cohen, contrabajo y voz; Yonatan Voltzok, trombón; Yuval Drabkin, saxo; Itay Simhovich, piano; Roni Kaspi, batería.
Fecha y lugar: Sábado, 26 de julio, Parque El Majuelo, Almuñécar.
Esta crítica no es objetiva, porque yo soy de Avishai Cohen, como Pilar, en la primera fila, que no dejó irse a los músicos sin interpretar su obra maestra,Remenbering. Y es que esa canción es el mejor ejemplo del estilo inconfundible de este enorme artista. Lírica y belleza en una melodía que incluso suena a otros estilos, luminosos y profundos, que no son jazz, que a veces parecen proceder más de una pieza de conservatorio, clásica, impresionista, contemporánea.
La repetición de esquemas rítmicos te sobrecoge, en una atmósfera en la que la intensidad va in crescendo. Y esa evolución de la armonía y el tempo la marcan el piano y la batería, de forma rotunda, como una inundación sonora, robando al contrabajo su protagonismo, pero es mentira, ese contrabajo lidera el viaje emocional. Van apelando a lo más profundo, en ese bis y otros temas que se interpretaron durante la noche. En jazz, también hay grandes éxitos, pegadizos incluso, comerciales a su manera, con perdón de la expresión. Y esa pieza tan conocida es justo eso, una metáfora del recuerdo, de la melancolía que te atrapa y no quieres que termine nunca, y vuelves a revisitar la plenitud, o el dolor, en un infinito bucle que te instala en el placer y la desesperanza de revivir el pasado. Menos mal que esta gran aficionada al jazz no permitió que nadie se marchara sin haber sentido toda esa magia.
No es casual que esa obra sea el ejemplo más emblemático de Avishai Cohen. El repaso que hizo su formación a su nuevo disco, Brightlight, confirma ese continuo viaje al pasado, a las raíces, con ese aire de jazz fusión, de minimalismo, que recoge esquemas melódicos y rítmicos de culturas ancestrales, con aire sefardí y también mediterráneo. Instantes que nos llevan incluso al flamenco o, al menos, a lo andaluz. Sin embargo, Alberto lleva razón, esa intensidad no fue continua, sino que aumentó según avanzaba la noche. Del combo, destacaba el imprescindible papel del pianista, Itay Simhovich, en el que el contrabajista delega la base melódica y armónica, pero también la batería de Roni Kaspi, que ejecutó los contratiempos y juegos rítmicos haciendo posible esos esquemas inconfundibles y reconocibles en los primeros acordes. Por eso Alfredo se fija siempre en ese instrumento. Un concierto, según Ruth, emotivo y elegante. Imposible definirlo mejor.
Sin embargo, merecería un capítulo aparte el saxofonista, Roni Kaspi, que empezó junto al trombón haciendo sus desarrollos en un jazz más que correcto, pero que terminó ofreciendo momentos extraordinarios, saltando de esas melodías de aire griego o armenio, con su saxo soprano, a desarrollos de una pureza jazzística perfecta. Ese sonido, en ocasiones, traía ecos de la suite helénica de Pedro Iturralde. Aprendí que la palabra klezmer define ese estilo judío nacido en Europa del Este, pensado para la improvisación y las celebraciones. Sin embargo, el mayor valor, es que se trataba de un jazz extraordinariamente rico en argumentos, con protocolos de jam en las preguntas y respuestas entre batería y contrabajo, en un tono de humildad y modestia del líder de la formación, pero que punteaba en su instrumento como lo hacen los que están ya en el olimpo de este género musical.
Una sorpresa final cerró una poética velada de jazz. Avishai Cohen, que en alguna de las obras aporta su voz, con en About a Tree, cantó Alfonsina y el mar, en un perfecto español. Con la trágica historia que cuenta esa canción, una zamba compuesta por Ariel Ramírez y Félix Luna, supimos que también se terminaba la sesión con este gran contrabajista, que ha definido un sello construyendo un universo muy personal. La percepción Gestalt y la comunicación corporativa llaman a eso pregnancia, la capacidad de trasladar una imagen clara, sin confusiones, una marca diferente a las demás. Por eso, Pilar y yo somos incondicionales y nos sentimos muy felices, como cientos de personas que demuestran, en cada edición del festival, que esta música es imprescindible y universal.
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