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Un monstruo, todos los monstruos

  • Planeta Cómic ha publicado el último trabajo del dibujante Bernie Wrightson, un excepcional volumen dedicado a la inmortal criatura de Frankenstein

Un monstruo, todos los monstruos

Un monstruo, todos los monstruos

En una conversación con el guionista Steve Niles, colaborador y buen amigo suyo, el dibujante Bernie Wrightson le contó cómo había conocido al monstruo de Frankenstein. Cuando tenía seis años, su madre lo llevó al cine; el programa doble incluía La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon, 1954) y La zíngara y los monstruos (House of Frankenstein, 1944), un monster smash que rejuntaba en una trama atrabiliaria, patibularia y parvularia al Hombre Lobo, el conde Drácula y la criatura de Frankenstein.

Al pequeño le asaltaron unas fortísimas dudas sobre el tercero en discordia; no tenía claro si era un autómata o qué: “Mi madre me explicó, pacientemente, que era un tipo muerto que el Dr. Frankenstein había construido cosiendo piernas, brazos y manos y dándole vida con un relámpago”, confesó. Lejos de tranquilizarlo, esto tuvo que ser como descubrir a mamá haciendo el amor con papá. Cualquier explicación ulterior sólo empeoraría las cosas.

Un par de años después, corría 1956, pasaron por televisión El doctor Frankenstein (Frankenstein, 1931) y allí estaba de nuevo el pequeño Bernie dispuesto al salto. La experiencia tuvo efectos catárticos: gracias a la genial interpretación de Boris Karloff, aquel niño de ocho o nueve años se sobrepuso a la repulsión que le provocaba el aspecto físico del monstruo para intuir su desamparo y desgarro íntimo: “Sentí una conexión inmediata con aquella pobre criatura fea e incomprendida. Muy fuerte y muy profunda. Una afinidad que sigo sintiendo hasta el día de hoy. De cierta manera, el monstruo de Frankenstein es mi amigo más antiguo, y he sentido una auténtica fascinación por todo lo relacionado con Frankenstein desde aquel momento”, declaró Wrightson.

No hablaba por hablar. Su primera gran creación en el mundo de la historieta, La Cosa del Pantano (Swamp Thing), podría verse como una personalísima revisión de dicho mito. En su origen, La Cosa del Pantano también era una criatura rediviva y heterogénea; un científico muerto durante la explosión de su laboratorio que renacía transformado en un híbrido de hombre, árbol, musgo y cieno.

De manera cuasi inevitable, Wrightson acabó ilustrando la inmortal novela de Mary W. Shelley. A lo largo de siete años, realizó medio centenar de dibujos de una perfección pasmosa y un barroquismo sobrecogedor; quiso dar lo mejor de sí mismo. Resulta conmovedor, pues, que el dibujante, gravemente enfermo de cáncer, quisiera volver a este mundo de ficción para firmar el que sería su canto del cisne, su testamento, su epitafio: Frankenstein. ¡Está vivo! (Planeta Cómic), una serie con guión de Steve Niles, que retoma la historia original en sus líneas maestras para prolongarla a partir de un nuevo desenlace: la criatura escapa de la tumba de hielo y, decidido a morir definitivamente, utiliza un volcán a modo de pira funeraria.

También sobrevivirá a ello y, muchos años después, una expedición al mando del Dr. Simon Ingles lo extrae de las entrañas de la tierra, convertido literalmente en una reliquia del pasado. El Dr. Ingles será para él un tutor y un amigo; no obstante, la felicidad no lo ciega hasta el punto de no reconocer lo evidente: bajo el techo de su protector suceden cosas tan aberrantes como las que le dieron a él vida. Wrightson le concede al monstruo una última posibilidad de redención.

Los hados han convertido este cómic en una obra sutilmente frankensteiniana. En primer lugar, Bernie Wrightson construyó su monstruo a partir de otros monstruos previos: la criatura dolida y doliente encarnada por Boris Karloff en 1931, la bestia espigada y salvaje que Christopher Lee interpretó en 1957, el espantajo de barraca de feria de La zíngara y los monstruos y… La Cosa del Pantano, pues sí.

A esto hubo que añadir el cambio de estilo que introdujo Kelley Jones en la cuarta y última parte de la serie. Wrightson había bosquejado la historia -la edición de Planeta Cómic incluye estos bocetos; un material ciertamente precioso-, pero la enfermedad lo obligó a buscar un sustituto para las últimas páginas. Kelley Jones ilustró obedientemente el plan original pero, seamos honestos, sus dibujos no aguantan la comparación. El espesor del dibujo de Wrightson, el uso del claroscuro, la vehemencia de sus composiciones o esa capacidad única de entresacar la belleza implícita en el horror son inimitables. ¿No lo he dicho? Estamos hablando de un Maestro.

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