Un ‘western’ ¡croata!

Ante Tomić propone una disparatada historia en la Croacia más escarpada y profunda

El escritor croata Ante Tomić (Split, 1970). / D. S.

La ficha

'Milagro en el valle de los Víboras'. Ante Tomić. Traducción de Patricia Pizarroso y Marc Casals. Báltica. 215 páginas. 19,9 euros

Hay maneras literarias de asomarse a la Croacia de posguerra a través del estrambote, la ironía y el humor destilado. Las cicatrices aún están frescas treinta años después del brutal conflicto en la ex Yugoslavia. Pero la novela bien que puede facilitar la risa pese a todo (es fama, de hecho, el sano humor benéfico entre los bosnios).

En Soñando con elefantes el bosnio-croata Ivica Djikić (autor de Cirkus Columbia y llevada al cine por Danis Tanović), proponía una peculiar alegoría con elefantas en una Croacia negra y corrompida tras emerger como nuevo estado luego de la guerra de independencia (1991-1995). Por su parte, Miljenko Jergović es autor de una curiosa trilogía entre personajes y coches marca Volvo que retrata la nueva partición entre fronteras del país que se desangró y dejó de existir (Freelander, Buick Rivera y Volga, Volga). Dábamos cuenta aquí hace poco de El último artefacto socialista, novela nostálgica y un punto punk del croata Robert Perišić, que muestra el lazo entre el nuevo capitalismo de los oportunistas y el viejo socialismo autogestionado de la era de Tito (estupenda la serie que puede verse en Filmin).

A su modo, el también croata Ante Tomić nos propone en Milagro en el valle de los Víboras una disparatada historia en la Croacia más escarpada y profunda (en lo humano y en lo paisajístico). Uno podría estar de acuerdo en lo que sugiere la editorial. En efecto, la novela resulta ser una especie de divertido western yugoslavo. No falta el toque Emir Kusturica por lo hiperbólico (léanse sus relatos en Forastero en el matrimonio, que publicó Acantilado). El salvajismo balcánico, tan asociado a los tópicos de brocha gorda a lo Robert D. Kaplan, halla aquí una estampa deliberadamente exagerada que nos muestra cómo se puede vivir al margen de la civilización y de las mínimas convenciones sociales establecidas.

La familia de los Víboras, comandada por el viejo Jozo Víbora y sus cuatro hijos varones, vive apartada en un paraje kárstico y hostil situado a varios kilómetros de Split, en la hoy turística costa de Dalmacia. Son rudos. Son poco higiénicos. Son montaraces. Son, en suma, los últimos mohicanos de un mundo cerrado donde impera su arcaica ley donde se dispara primero y luego se pregunta. Si la civilización es pagar la factura de la compañía eléctrica que adeudan tras largos años, el clan Víbora se niega a aceptarla. No dudan en secuestrar y torturar a quien se acerque para recordárselo. Su violencia, no obstante, es caricaturesca. Una marca blanca.

El régimen apartado del clan en las estribaciones de la Krajina (ocurrieron aquí fuertes combates en la guerra entre serbios y croatas), empieza a quebrarse con una decisión insólita. Krešimir, excombatiente e hijo mayor de la familia, decide buscarse una esposa. Acudirá a Split en busca de un amor fugaz, la brava Lovorka. La guerra y la indolencia del palurdo Víbora pusieron varios años de por medio entre ella y él. Pero aún así decide ir en su busca para tomarla como esposa. Viaja, pues, a la ciudad, a Split, y su peripecia acaba en una estrambótica y hazañosa aventura que involucra a la policía y al ejército. Los medios de comunicación se vuelcan con el suceso y toda Croacia parece seguir el devenir de los acontecimientos.

El paisaje interior croata es en sí mismo otro personaje más allá del marco. De Dubrovnik a Split y Trogir, el turismo abrasivo invade hoy el mar de Dalmacia. Pero pocos viajan tierra adentro, a los sinuosos desfiladeros y las montañas rapadas, grisáceas y rocosas que moldean el entorno. La zona de Smiljevo es el territorio de los Víboras, reflejo de cómo los hombres, aunque sea a través de la hipérbole, se adaptan a un paisaje bronco, abrupto y, hasta cierto punto, consanguíneo.

Ante Tomić, escritor, periodista y guionista, ha optado por una narración de ritmo trepidante. Abundan los diálogos. Cada situación es más disparatada que la anterior. Y las piezas acaban encajando en giros que demuestran oficio. De fondo, pese a que Croacia es hoy un país miembro de la UE, se aprecian ciertos rasgos propios de un país peculiar (la novela fue escrita en 2009 y ahora se traduce). Hay quien habla de la llamada croaciedad (el catolicismo como marca, el influjo de los veteranos de guerra, las sinecuras en el estado, el hervor patrio). Podría hablarse de ciertas formas de patriarcado por la variante croata. Pero son las mujeres, como muestra la novela, las que ponen en solfa y ridiculizan la testiculina imperante. Al cabo, son ellas las que acaban haciendo suyo el enclave del valle de los Víboras. Como reza el título de la novela, la Virgen María ha obrado un milagro.

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