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Tiempo raro
Tribuna
Granada/No soy persona de polémicas innecesarias, pero en estos casos, y por proximidad y cercanía, creo que hay que salir de la comodidad de la simple lectura, de esa zona de confort de lo que otros dirán y expresar la opinión con claridad y contundencia. Puede que de lo contrario, los que juegan con estas cosas acaben poniéndonos una mordaza, un saco o una cruz, y nos hagan desfilar como en el medievo al patíbulo innecesario de la hoguera, por herejes del mal gusto o conspiradores contra la tiranía de la estulticia.
Puede que si no nos expresamos con contundencia la única verdad parezca ser la suya, y por ende, también la opinión de los que no saben y no contestan.
Que el Arte no siempre es lo que parece, es algo que incluso los amantes del floripondio, las castañuelas y el paisaje bucólico deberían de entender, respetar y promover.
Pero nos encontramos en la Granada del cainismo, del rancio bellismo y de la apóstrofe eterna. Ilustres y poco ilustrados políticos: el Arte es imagen, palabra y pensamiento, y no se puede caer ni en tan torpes ajustes, ni en absurdos sistemas de control y censura, para lo que no deja de ser un Ecce Homo de estilo barroco, con carne, piel y bello de mujer.
Peligroso es para un político sospechar de la supuesta inmoralidad de una obra solo por el miedo a que ésta pueda herir alguna sensibilidad ciudadana. A mi me hiere más conocer, día a día, que existe una víctima más del maltrato. Ojalá los ofendidos sean justo los que maltratan, y quizás entonces las obras que no son tan “bellas”, en pro de la provocación y su necesaria pedagogía, sirvan para que todos nos demos cuenta no sólo de la cárnica metáfora, sino también de la cruel realidad que vivimos todos los días.
No veo lógico la lógica de evitar el problema, justo cuando el que lo crea es precisamente el que lo identifica. ¿De qué se trata nuevamente?, ¿de miedo?, ¿ese que nos tambalea como un zarpazo ante lo desconocido? Miren ustedes, no es buena regla la de la ocultación y si la de la educación; no es buena compañera la censura, pero si lo es la apertura; menos aún es la estrategia del oprobio por celo o miedo a lo obvio.
Esta obra de arte es clara y se defiende por si misma, igual que nos defiende a todas y a todos como sociedad en los valores por lo que justamente luchamos. Y lejos de su “exquisita” dramaturgia, es la expresión de un drama que vivimos a diario. De nada sirven los minutos de silencio si juzgamos la imagen descarnada de estas vulvas que representan, y presentan, la enfermedad que supone la cuenta atrás para la próxima víctima.
¿Qué estamos pensando, políticos de polillas, qué el arte solo ha de servir para “decorar” una rotonda o una esquina? De verdad debemos de creer que la imagen desagradable que ahora nos conmueve puede ofender al ciudadano que pasea por nuestro consistorio. En mi opinión lo único ofensivo es la realidad que lo justifica: esa lista de víctimas que no deja de crecer y que ha de convertirse en nuestra verdadera obsesión y responsabilidad. Y ante eso, solo existe una solución: el compromiso de la visibilidad y la educación.
Esta obra de arte, es pedagogía en si misma; es un cruel aprendizaje que nuestra sociedad necesita para aprender a superar y revivir. políticos de Granada: El Arte es de la ciudad, tanto y como la ciudad y sus hechos son del Arte.
Espero que sepamos enmendar esta torpeza, de lo contrario estaremos dejando la puerta abierta al más oscuro de los temores.
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