Pero a tu lado

Pero a tu lado

"A las 8 salgo al balcón a aplaudir al personal sanitario que combate la Covid-19. Para mí, no son personas anónimas. Son nombres y rostros -aunque apenas entrevistos detrás de la mascarilla y las gafas protectoras-, miradas de aliento, sonrisas intuidas y palabras reconfortantes". Lluis Uría escribía este pasado domingo en La Vanguardia, periódico del que es subdirector, y en primera persona la experiencia traumatizante de una semana en la UCI del Clínic de Barcelona y otra más en la cama del mismo hospital hasta recibir el alta hospitalaria. El periodista, convertido a su pesar en protagonista de la noticia, relata esos días de internamiento y la pulsión vitalista del regreso al hogar: "Me levanto como si un resorte me empujase a ver nacer el nuevo día", consciente de que "estoy aquí como podría no haberlo estado, como las cientos de personas que siguen perdiendo la batalla a diario". Por eso, "al alba, me asomo al balcón y me recuerdo a mí mismo que soy un hombre afortunado". En ese desenlace afortunado el papel decisivo final lo jugó el personal sanitario que lo atendió. Conclusión: "Un aplauso es poco para todo el reconocimiento que merecen". 

Un relato tan conmovedor como realista debería bastar para evitar a esta modesta columna el tránsito por la reivindicación de lo obvio. Pero es que en el fragor de esta tragedia, cuando las personas que están en la primera línea están dando lo mejor de sí mismos, también aparecen para dar 'su' nota otra serie de conciudadanos de los que lo mejor que se puede decir es que, por el momento, son anécdota y, también, la esperanza de que solamente estén expresando sus miedos atávicos ante lo desconocido todavía de las consecuencias de esta pandemia. 

Me refiero, claro está, a -por ejemplo- el/la imbécil que hace dos días pintó "rata contagiosa" en el morro del coche particular de una de las doctoras que se parte el alma desde hace más de un mes sin saber hasta cuándo; también, a esos idiotas que se dedican a aconsejar desde el anónimo espejo de un ascensor la conveniencia de que el médico tal o la enfermera cual, que habitan en el piso X, abandonen el edificio, que lo de trabajar por la sanación de los enfermos está muy bien, pero que asuman el riesgo ellos solitos y con kilómetros de distancia con los 'afortunados' que no estamos ni queremos estar contagiados; y, por supuesto, asimismo a los gilipollas que todavía no han comprendido que en esta situación es más importante una cajera de supermercado que los goles de Messi y le envían el mismo consejo de distancia desde el mismo anonimato.

La esperanza en la especie humana se recupera cuando uno ve la reacción de otros vecinos, que replican con orgullo de convivencia y petición de "¡quédate!". Para ellos, para los que han reaccionado con mensajes de permanencia y, por supuesto, para todo el personal sanitario, más nuestros custodios, suenan hoy con estridencia Los Secretos y su 'A tu lado'. Una canción voluntarista, compuesta y escrita por Enrique Urquijo, probablemente el creador más brillante de aquella creativa movida de los 80. Un tema transido por la necesidad de resurrección cuando el nebuloso mundo de las drogas se había apoderado del músico, quien no obstante luchaba por salir, según expresan sus versos: "...que hoy he soñado / en otra vida, / en otro mundo, / pero a tu lado". Dedicada a su hija, entonces de corta edad, la canción se abre con una confesión: "He muerto y he resucitado. / Con mis cenizas un árbol he plantado./ Su fruto ha dado / y desde hoy algo ha empezado". 

No pudo ser, porque la trampa mortal en la que vivía encerrado Urquijo era demasiado profunda como para evitar caer en una de las muchas zanjas que le reservaban las curvas de la vida. En esa voluntad de ruptura con el mundo anterior, el cantante rompe todos sus poemas, "los de tristezas y de penas", ya no persigue "sueños rotos, / "los he cosido con el hilo de tus ojos" y canta "al son de acordes aún no inventados". Para ese camino de resurrección pide ayuda: "Ayúdame y te habré ayudado, / que hoy he soñado / en otra vida, / en otro mundo, / pero a tu lado". 

A los agraviados directamente -porque indirectamente son agraviados todos los que conserven un mínimo de decencia en el espíritu-, a los agraviados digo por esos desafortunados cartelitos van dedicados hoy estos acordes "aún no inventados" que 'inventó' Enrique Urquijo sin poder imaginar que, en homenaje póstumo de generosidad, los continuadores de Los Secretos, capitaneados ahora por su hermano Álvaro, han cedido todos los derechos de la canción a la comunidad de Madrid, la más golpeada por los efectos traicioneros de este virus. Y me pregunto, ¿qué pensarán los del cartel cuando se miren al propio espejo y en su conciencia resuenen esos ejemplos de solidaridad que, afortunadamente, son más que los de miseria que de vez en cuando afloran en estos días de confinamiento?

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