2025: Pedro y el lobo

13 de junio 2025 - 03:06

Primavera de 2025. Un ambiente de tensión envolvía el Palacio del presidente, en el ojo de un huracán mediático y judicial. La corrupción planeaba sobre su administración, amenazando con desmantelar un precario equilibrio de poder. Primero murmullos y filtraciones. Luego un torrente de acusaciones que salpicaba a su círculo más íntimo. El ministro y hombre de confianza era el epicentro del escándalo. Las investigaciones apuntaban a mordidas en contratos. Cada día, titulares con nuevos detalles, dibujando un entramado de comisiones y favores. No era el único. Su poderoso secretario de Organización también arrastrado por la marea. Vinculado a operaciones dudosas, que prensa y Policía, otrora colega, ahora enemiga, diseccionaba con voracidad. La imagen del partido, desdibujada. Acorralado. Las encuestas, excepto la que él elaboraba, reflejaban una caída en picado de la confianza ciudadana. Las voces de la oposición, antes dispersas, ahora eran un coro implacable. Explicaciones, dimisiones y su cabeza. La presión, asfixiante. Por las ventanas, el bullicio llegaba amortiguado, pero en su interior convivía una quietud tensa, rota solo por el zumbido de las noticias en su Tablet. Recordaba la promesa de una nueva política. Ahora, ese ideal se desmoronaba bajo acusaciones. ¿Cómo había llegado a esto?

Sus asesores, con el rostro marcado por el cansancio, le dibujan escenarios cada vez más sombríos. La estrategia de minimizar hechos y desvincularse de los implicados había fracasado estrepitosamente. Para la opinión pública, el “y tú más” no era suficiente. Un día, mientras hojeaba un informe legal, adivinó que la posibilidad de que las investigaciones llegaran a su despacho era una realidad palpable. Aunque se mantenía firme en su inocencia, la percepción pública era otra. La duda, se extendía. La tensión se palpaba. Los rumores internos se multiplicaban. Las lealtades puestas a prueba. Algunos aconsejaban una purga ejemplar. Otros, temían que acciones drásticas se interpretaran como admisión de culpa. Cada aparición, un ejercicio de contención, una calculada evasión de su responsabilidad. Pero los ojos de la prensa lo escrutaban, buscando grietas. La primavera y la incertidumbre avanzaban. Su futuro pendía de un hilo. La corrupción no era problema judicial o mediático; era una encrucijada que definiría su legado, y el rumbo de España. ¿Sería capaz de capear el temporal, o la marea de acusaciones lo arrastraría consigo? La respuesta estaba por escribirse…

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