Pollos de Carrier

30 de diciembre 2025 - 03:06

No sé si ustedes notan que vuelve a haber gorriones, que los hay más. No es que hubieran desparecido de los sitios donde vive la gente, y aceptemos gorrión como urbanitas de capital o pueblo. Tienen algo de parientes. Yo olvido mallar cada año la boca de un tubo de aire acondicionado que da al exterior del dormitorio, y convivo unos meses con varias camadas de la misma collera. Allí están a salvo de gatos de azotea y otros bichos peores. Nunca he entendido por qué pían tantísimo desde esa hora; dando el cante, nunca mejor dicho, a posibles depredadores, incluido el de dos patas y DNI, que capaz es de echarles un fufú y dejarlos tiesos para que no lo despierten antes de que suene la alarma, antes despertador. Del despertarse al alarmarse: una mutación del habla común que merece pieza aparte, y hasta un poema antropológico. Nadie se contraríe por el prosaísmo, que poesía la hay de todo plumaje, y no digamos de pelopollo. Pollo que al alba pía y requetepía con sus hermanos... ¿tendrán hermanos los gorriones? ¿Abuelos y cuñados, siquiera papis a los que vuelvan a ver nada más aprendan a volar?

El coro a tres metros de mi edredón se entona en primavera y verano (ahora, la lluvia y el frío hace descarados a los adultos: no es el invierno para los pollos). El Orfeón Carrier está temeroso de la orfandad, o es llorón como todo bebé con hambre, porque sus padres salen volando a buscarse la vida para proveérsela a ellos. Varias nidadas por temporada: los espero, nunca los voy a echar (sí zampo pechuguita y muslo de recova). Si el ánimo del ritual de alzarse cada mañana me da para tanto, juego a emitir yo un grito o dar un par de palmas, y entonces ellos callan cinco segundos. Saben que soy inofensivo, me tienen calado; quizá el de buche negro o la de desigual pardo, uno de cada collera que cría cada año, rompió el cascarón en ese mismo tubo de polietileno que sale al ojopatio, y vuelve a él para hacer lo propio. Si hay usucapión con alas, tal ocupación estacional tiene defensa ante un tribunal togado con gafas severas sobre los picos.

Yo hoy iba a escribir sobre la tercera acepción de “pájaro” de la RAE: “Persona astuta y sagaz, que suele causar recelos”. Como se dice ahora, me daba perezón. Uno mayor que el de salir de la cama cualquier mañana para ganarme la vida; y la de mis pollos, ya en edad de criar.

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