Ha tardado, pero ha sucedido. La concesionaria de la Estación de Autobuses de la capital tendrá que pagar 12.000 euros, y son pocos, por falta de higiene en los aseos y en las zonas generales. La verdad es que, por mucho que le pesen los años -se inauguró en mayo de 1995-, el abandono de la instalación es más que notable. Al menos a los ojos de los viajeros y acompañantes que pasan por ella. Lo de la suciedad y el más que desagradable olor en los servicios, tanto en los de mujeres como en los de hombres, es un clamor desde hace años, pero otras zonas de la estación están en situación más que censurable. Las filas de asientos en la planta baja 'vociferan' para que los cambien. Unos porque están deteriorados al máximo -rotos, vamos- y otros porque, por el capricho de los brazos de separación con los que cuenta, están hechos para que sólo entren 'cuerpecitos'. Ahí no queda la cosa, en los andenes se masca la suciedad entre más bancos de los anteriormente referidos. Y en el exterior y alrededores de la estación convendría dar más de un fregado. Granada también es imagen.

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