MIENTRAS hay vida hay esperanza. O sea, que ésta va a durar hasta el 9 de mayo. El Club Baloncesto Granada se ha metido en un lío morrocotudo del que me gustaría ver si sale. El partido contra el Estudiantes era un cara o cruz y salió cruz. Pero la derrota no ha sido fruto de la casualidad. Más bien, como ya se ha dicho por activa y por pasiva, de una mala planificación del equipo al dejar la 'pintura' sólo en manos de Borchardt y una peor capacidad de improvisar soluciones cuando aún había tiempo para ello.

El choque contra los colegiales se planteó como una final y se perdió. Claro que antes se habían desperdiciado las finales de Fuenlabrada y Manresa. Y nos olvidamos del choque ante León porque entonces se vendió, no sin razón, que un resbalón lo tiene cualquiera. En resumen, después de sacar pecho por la mejor primera vuelta de la historia del club (se igualó la que se realizó en la época de José Alberto Pesquera) se ha cumplimentado hasta ahora una de las peores segundas vueltas de su existencia. El equipo ha ido muriendo poco a poco y se le ha dejado sucumbir porque se ha confiado en que se iba a ganar más de un partido por equivocación o mera ilusión.

Sobre el futuro más cercano soy pesimista, muy pesimista. Pero este estado de ánimo no me viene de ahora. Reconozco que tuve un atisbo de esperanza tras ver el partido ante el Cajasol, pero el 'estudiantazo' me ha devuelto a la realidad de forma muy cruel. Y si la analizamos vemos que en esta segunda vuelta no hemos ganado casi a nadie y, con la lógica en la mano, ¿qué nos hace pensar que podemos hacer morder el polvo al Joventut y/o al Tau?

En otras palabras, el CB Granada está a verlas venir, a ver qué pasa estas dos jornadas que quedan, sobre todo con lo que haga o deje de hacer el Estudiantes. Luego, por eso de agarrarnos a un clavo ardiendo, está la archimanida frase de Manuel Hussein de que en baloncesto los burros han sido capaces de volar. Es decir, o vuelan, o LEB.