Mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

Cachumbambé

MIS amigos españoles no saben lo que es un cachumbambé. Y se asombran y se ríen cuando les cuento que sus dos niños están subidos en él. Un cachumbambé, en el argot cubano, es un aparato de un parque infantil de diversiones. Es ese tablón siempre inclinado, sostenido al suelo por una base en su centro, que se mueve hacia arriba y hacia abajo cuando tiene un niño en cada extremo. Más allá de su función lúdica, un cachumbambé es una metáfora. Y, aunque parezca un aparato inocente, esconde una lección para los niños. Y es que un cachumbambé demuestra que el equilibrio es algo muy complejo. Hace que los niños vayan aprendiendo, casi sin darse cuenta, que la vida es un juego en el que a veces se está arriba y otras veces abajo. Y también, los va poniendo sobre la pista de que para que alguien suba siempre será preciso que otro baje. En Cuba suele decirse que la vida es un cachumbambé.

Mis amigos españoles no saben lo que es un cachumbambé. Y sin embargo, la España de los últimos días se parece mucho a este aparato infantil. Por ejemplo, está claro que para que el euro y el sistema financiero brillen en lo alto del tablón, se han ido al suelo el salario de los funcionarios, las pensiones, los dependientes, el cheque bebé. El gobierno sigue en lo alto, pero se sabe que la suya es una posición muy frágil, que puede venirse abajo si sigue creciendo el número de elementos en la parte inferior del tablón y empiezan a preguntarse cuál es el sentido del juego.

Por otra parte, en Cuba, país de origen del referido nombre, hace mucho tiempo que el cachumbambé ha dejado de moverse y que en lo alto del tablón se empina la misma familia, el mismo gobierno, un solo apellido, un único Partido. Para sostener a esos que no quieren ceder ni por un momento la parte de arriba del cachumbambé, cada vez hay más gente abajo, cada vez más cansada de empujar.

En Cuba suele decirse que la vida es un cachumbambé. Pero el cachumbambé que es la vida tiene a menudo una diferencia con el cachumbambé real. Una diferencia que suele desorientar a los niños cuando crecen. Y es que en el tablón del parque, casi siempre los niños más pequeños, más delgados, más débiles, están arriba. Mientras que en el tablón vital, contra todas las leyes naturales, suelen ser los corpulentos, los vigorosos, los abultados, los que suben. En algún momento, sin embargo, las cosas pueden volver a ser como en la infancia. Basta con que los de abajo recuerden el cachumbambé del parque infantil y suelten el tablón para que, estrepitosamente, se vengan abajo los de arriba.

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