Se llama Cassandra y acaba de ser condenada a un año de cárcel por la Audiencia Nacional, como castigo por haber publicado unos tuits con chistes sobre Carrero Blanco. Había pensado en reproducir aquí esos mismos chistes para provocar mi procesamiento y posterior condena por los mismos delitos que Cassandra. Tal vez si todos publicáramos esos criminales chistes provocáramos el colapso de esta justicia franquista y politizada, y de paso la capacidad penitenciaria del país.

Finalmente me he decantado por expresar lo que me parece que es, en lo que se ha convertido, la Audiencia Nacional, un tribunal que desde el cese de la actividad de ETA ha devenido en conjunto de jueces en busca de reos, y perseguidores de delitos espurios, aberrantes e incluso ridículos y disparatados que las diferentes reformas de código penal llevadas a cabo por esos que no saben vivir sin un enemigo bien identificado han venido introduciendo en nuestra legislación, para desgracia del libre pensamiento. Lo prueba el hecho de que hoy existan más procedimientos abiertos por cuestiones relacionadas con el terrorismo etarra que cuando la banda estaba en su apogeo.

Delitos como los de 'enaltecimiento del terrorismo', 'incitación al odio' o el de 'ofensas al sentimiento religioso' son muy discutibles intentos de criminalizar el pensamiento, más propios de regímenes totalitarios y sin parangón en los países de tradición democrática en los que siempre nos miramos.

Recomiendo la lectura de La Broma, la novela con la que debutó el escritor Milan Kundera en 1967. Cuenta la caída en desgracia de un prometedor estudiante que, a causa de un comentario jocoso enviado a su novia en una inocente postal, acababa siendo expulsado de la universidad y del partido que controlaba el poder en la sociedad donde se desarrollaba, la Checoslovaquia comunista. El libro se convirtió en un éxito inmediato, y por supuesto fue retirado de las bibliotecas y prohibido en su país de forma fulminante. Como un trasunto de lo que terminaría por ocurrirle al propio Kundera, que igualmente expulsado de la universidad, se exiliaría en Francia, plantea la asfixia a la que someten al individuo los sistemas totalitarios, cuyos excesos para resguardar sus principios ahogan la tolerancia y la libertad de expresión.

En esta España atada y bien atada, ¿puedo admitir que me he reído con algunos de los chistes sin sufrir consecuencias penales? ¿Se va a revisar la historia del humorismo español desde La Codorniz, Gila o Tip y Coll? ¿Se puede bromear sobre los reyes godos? ¿Y sobre los Reyes Católicos? ¿Sobre Atila? ¿Artajerjes? ¿El Hombre de Cromañón?

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