Tippie Hedren trabajó en 1964 por última vez para Hitchcock interpretando a Marnie en Marnie, la ladrona, una cleptómana con diferentes traumas que arrastraba desde la infancia, como no podía ser de otro modo en todo filme freudiano que se precie. Entre otras, sufría cromofobia, un miedo irracional a los colores que provoca desazón y malestar en quien lo sufre. El director del suspense por antonomasia podía haber hecho que su protagonista sufriera xantofobia, pánico al color amarillo, un color llamativo donde los haya, o melanofobia, y que fuese el negro, por todo lo contrario, por precisamente la ausencia de color, el que alterara a la protagonista, pero elige de entre todos, el rojo y exagera la enfermedad haciendo que no sólo se altere al ver el color, sino que el color como un ente se aparezca amenazante en los momentos más inesperados contrastando además con el blanco. Y ahí está, frente a Marnie, la bañera a rebosar de un rojo sangre, por ejemplo. Puede pensarse que lo haga porque en cámara el color rojo es más llamativo para generar la inquietud no sólo en la protagonista, sino también en el espectador. Pero más allá del efectismo que pueda provocar en una pantalla un color, en la novela homónima de Winston Graham el rojo tenía su significado concreto. Cuando Stendhal titula su novela Rojo y Negro intenta simbolizar con ambos colores por un lado la Revolución y por otro el Antiguo Régimen recreado en el negro de las sotanas.

Los colores han sido estudiados en Antropología como símbolo en diversas culturas, e incluso las múltiples diferencias que plantea dentro de la misma cultura. En la nuestra el rojo ha sido el color del mal, del infierno, del diablo, del pelo terrible de una terrible Lilith, y por ende a lo largo de los siglos las pelirrojas o los pelirrojos han sido demonizados. El rojo es el color de una pasión que ensucia la idea de lo que en la tradición cristiana debe ser el amor. Pero igual que en la naturaleza donde el rojo por un lado avisa de lo prohibido mientras por otro, causa una atracción irresistible, también en la religión que nos rige la paradoja llena los pasillos del Vaticano en las vestimentas de los cardenales.

Hoy que miramos al cielo y vemos más allá de la morada de los dioses, hoy miramos arriba para ver la desolación en el planeta rojo, hoy miramos abajo y contemplamos las fachadas blancas que nos hablan de lo que está por venir en este cambio climático que tiñe de rojo sucio las calles. Pero a pesar de todo, a pesar de cultura y religión y naturaleza, yo como Elisabeth Mulder: "Roja, toda roja vi siempre la vida".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios