Granada nunca deja de sorprender. Es una tierra de constantes contrastes. No hay invierno en el que, por mucho frío que haga y muy abrigado que se vaya, el sol llegue a molestar. Hay horas, sobre todo hacia el mediodía, en que de una acera a otra -en función de la que dé el sol- hay hasta que sacar el paraguas para protegerse la vista, incluso sobra el exceso de ropa invernal. Mientras, en estos días, cuando ya no luce el sol, se están alcanzando hasta seis grados bajo cero.

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