Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

Cosas perdidas

ES probable que hayan encontrado finalmente a Cervantes. Después de casi un año de trabajo, el equipo de 36 personas, integrado por médicos, antropólogos, arqueólogos y geofísicos, parece haber localizado sus restos en el suelo de la cripta de la iglesia de las Trinitarias, en la calle Lope de Vega de Madrid. En realidad, Cervantes se había perdido en el mismo sitio en el que estaba enterrado: en 1673 transformaron la iglesia de las Trinitarias donde ya estaba su tumba y, al parecer, en aquellas lejanas fechas no identificaron correctamente sus restos al realizar las modificaciones en el edificio. Al menos, según nos cuentan, desde 1673 resultaba imposible hallar la lápida de 1616.

En España muchas cosas se pierden, o desparecen; algunas tan importantes como Cervantes. Y no se vuelven a encontrar, si se encuentran, hasta mucho tiempo después. Y parece que muchas, o tal vez unas cuantas o algunas, están curiosamente en el mismo sitio en el que una vez se dejaron. Quizás quedaron escondidas debajo de papeles o del polvo que se fue acumulando. O acaso un día, por error o pereza, alguien les puso una etiqueta confusa, les dio otro nombre que no era el suyo. O se mezclaron sin saberlo con otras que en nada se parecían. Cosas, también, que quedaron olvidadas o que se dieron por perdidas mientras se miraba hacia otra parte o se pensaba en otra cosa. ¿Nadie se había percatado hasta ahora de que Cervantes andaba perdido?

En el Hospital Gregorio Marañón de Madrid también han vuelto a encontrar algo que se hallaba perdido desde hace más de 15 años. En este caso, no se trata de Cervantes, sino de la vergüenza. Como Cervantes, la vergüenza estaba también en el mismo lugar en el que una vez estuvo. También llena de polvo, o confundida con quién sabe qué otras cosas. Un médico de ese hospital ha denunciado que desde hace años se empleaban los medios públicos del centro para realizar pruebas de clínicas privadas. Lo hacían algunos médicos que trabajaban en ambos sitios, cobrando por el trabajo y sin costes para la resentida sanidad pública madrileña. Y sin que nadie, al parecer, en el hospital se hubiera tampoco dado cuenta hasta ahora.

Da alegría que en España empiecen a aparecer cosas importantes que estaban perdidas; se llamen Cervantes, o la vergüenza. Y que las hallemos milagrosamente en el mismo lugar donde una vez estuvieron, aunque se haya tardado 400 o 15 años en verlas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios