La Dama de Marfil

Algo tengo claro: si la Dama de Marfil levantara la cabeza, menudo repaso nos daría a todos, y a todas

No creo que a muchas nos haya sorprendido el extraordinario hallazgo del que hace unos días daban razón, desde estas páginas, mis colegas de Cultura. A saber: hace cinco mil años, en los tiempos de la edad del Cobre, la persona con más poder, no solo en la Península Ibérica sino en buena parte de la Europa occidental, fue ¡una mujer! Bautizada como la Dama de Marfil, por los colmillos de elefantes asiáticos que encontraron en su tumba, en el yacimiento sevillano de Valencina de la Concepción, se sabe que murió joven y que su liderazgo, asociado tanto al ámbito político como al religioso, lo habría alcanzado no por herencia, sino por méritos propios. Esto revela, a juicio de los expertos, que las mujeres podían alcanzar un estatus social igual o superior al de los hombres, transformando así nuestro conocimiento de aquella época. Ya ven, otra demostración más de que la historia, esa historia no siempre del todo bien contada de las mujeres, guarda capítulos aún sin desvelar, que nos seguirán asombrando. Por aquello de que la historia solo la cuentan los vencedores (hombres), la presencia femenina apenas ha ido más allá de unos pocos papelones secundarios, con algún que otro heroico atisbo a modo de referente piadoso y servil para el mujerío de la época. Una historia que no ha parado de ser una gran yenka (aquella pegadiza canción con la que bailaba media España a finales de los sesenta, y su apolítico estribillo: “izquierda-izquierda, derecha-derecha, delante, detrás, un, dos, tres”) con etapas de avances imparables, seguidas de períodos de retrocesos vergonzosos. Por ceñirnos al último siglo, las mujeres españolas de finales del XIX y primeras décadas del XX, fueron unas avanzadas de su tiempo, espíritus libres que se pusieron el mundo por montera y lucharon por encontrar su propio lugar bajo el sol. Nada que ver con las que, tras la Guerra Civil, vivieron bajo el franquismo una más que lamentable vuelta atrás en todo lo conseguido, en especial, en materia de autonomía personal y libertades. Hubo que esperar al inicio de la transición democrática, para que las mujeres volviéramos a dar otro paso adelante, y así… hasta ahora, en donde observo, con estupor y preocupación, las posturas de mujeres militando en el actual escenario político y no doy crédito. Unas tratando de difuminarnos, otras añorando volver a ser floreros y, en medio, muchas desconcertadas sin querer creer lo que están viendo y preguntándose para qué habrá servido tanta lucha. Algo tengo claro: si la Dama de Marfil levantara la cabeza, menudo repaso nos daría a todos, y a todas.

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