Desahogo personal

También desde muy pronto hemos podido observar que una cosa es sembrar y otra recoger trigo

Uno de los momentos más desagradables y más duros, con el que muchos acabamos encontrándonos en la vida, se produce cuando nos damos cuenta de que bastantes de los problemas y de los sufrimientos no tienen solución, simplemente porque hay personas o grupos decididos a evitar que las tengan. Es algo realmente sorprendente pero la verdad es que hay un bloque de conflictos y contrariedades en la vida de los seres humanos que no obedecen a motivos inevitables sino que se producen y permanecen porque hay gente interesada en que las cosas estén como están. Dificultades, angustias, congojas, desamparo… que atenazan a muchas personas y atosigan a colegas de nuestra especie, que podrían evitarse si otros quisieran. Y también nosotros por supuesto. Advertir este hecho, percibir que esto está delante de nosotros y ocurre en el escenario verdadero que nos ha tocado vivir acaba siendo una de las experiencias más dramáticas y que más conmueven nuestros esquemas de pensamiento y nuestra opinión sobre el mundo.

Porque en principio la tendencia es a creer más en las insuficiencias de nuestras capacidades o en la complejidad de las soluciones a que hay que acudir para resolver las tensiones y los problemas que vemos que amargan al mundo, que en considerar que están ahí sencillamente porque hay gente que está impidiendo como sea su arreglo y remedio. Incluso es lo que nos han enseñado desde niños. Nunca hemos recibido el mensaje, al menos en la doctrina oficial de los libros de texto y en el discurso de la escuela y los maestros, de que es inútil esperar un esfuerzo común y generalizado por encontrar vías de apaño de bastantes desajustes de la vida. Aunque bien es verdad que también desde muy pronto hemos podido observar que una cosa es sembrar y otra recoger trigo.

Las consecuencias lógicas para quien ha sufrido este accidente doctrinal y teórico desde la experiencia vital y ha descubierto casos y situaciones en las que por más que se quiera no hay nada que hacer ante el sufrimiento, el deterioro o la muerte del prójimo, son perfectamente previsibles. No es únicamente la desconfianza en nuestra especie, algo que por otra parte casi todo el mundo acaba por sentir, sino una vivencia que va mucho más allá y que afecta a todos los convencimientos y emotividades que nos ayudan a entender algo sobre la vida e incluso a sobrevivir con una conducta superior a lo puramente biológico.

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