Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

Deshabitantes

OLMEDA, un pequeño pueblo de Cuenca, ha decidido vender solares a precio de ganga. Con sólo 200 euros, podrá adquirirse uno de 60 metros, u otro de 200 metros si se pagan unos 1300. Eso sí, hay que firmar un contrato y comprometerse a edificar una vivienda o a poner un negocio en el plazo de dos años. Y es que Olmeda busca vecinos desesperadamente. Con una media de 75 años y sólo 35 habitantes, este pueblo es uno de los más envejecidos de España y una especie de pueblo fantasma. Sus únicos servicios, además del Ayuntamiento, son una iglesia, un consultorio médico que abre dos veces a la semana y, faltaría más, el imprescindible bar que, sin embargo, sólo tiene clientela para abrir los fines de semana. Ni siquiera existe una escuela, porque los niños del pueblo no llegan a 11, cifra mínima exigida.

Vivir en un pueblo fantasma debe ser una experiencia extraña. Salir a la calle y no hallar una frutería, una farmacia, un quiosco para comprar un periódico o una revista. Caminar y no encontrar una escuela, un restaurante, una oficina. Vivir en un pueblo fantasma debe ser como jugar al juego de la anti-sorpresa. Encontrar siempre a los mismos vecinos sentados en la misma plaza, caminar siempre las mismas cuatro calles, escuchar al mismo cura diciendo la misma misa, tomar la misma cerveza en el mismo bar y en el mismo vaso de cada viernes. Escuchar el canto del mismo pájaro y mirar, un día tras otro, las mismas 25 casas. Más que habitar, en un pueblo así se deshabita; más que en habitante, uno se convierte en deshabitante.

El alcalde de Olmeda trabaja en Cuenca como funcionario y supongo que esa circunstancia le da fuerzas para vivir en el pueblo y para dirigirlo. Como quien llena balones de oxígeno para luego sumergirse bajo el agua. Dice el alcalde que ha recibido muchísimas cartas de interesados en comprar los solares. Le han escrito desde Argentina, México, Venezuela, Rusia, Estados Unidos. Pero nadie ha aceptado finalmente la oferta: no hay ayudas para construir viviendas ni tampoco para encontrar empleo.

Dicen que España está llena de pueblos fantasmas, deshabitados. Y que algunos, como Olmeda, intentan cobrar vida, volver a ser lo que un día fueron. Pero sólo pueden ofrecer solares y terrenos vacíos a precio de ganga. Todo el terreno vacío del mundo casi regalado para que el vacío parezca más lleno. Porque el vacío al que se no se llama Vacío ya parece otra cosa.

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