Res Pública

José Antonio Montilla

montilla@ugr.es

Desigualdad

Las sociedades en las que se ha construido el Estado del bienestar a través de ingresos fiscales son más justas

Siempre que estoy en Latinoamérica pienso en la desigualdad. Resulta inevitable. Al andar por la calle o a través de la ventanilla del coche se observa una pobreza absoluta: niños harapientos, con costras de suciedad, y mucha infravivienda. Pero, a su vez, a pocos metros de distancia, aparece una lujosa urbanización, con guardia en la puerta armado de metralleta y te cruzas con inmensos coches, con los cristales tintados, de los que se ven pocos en España. Cuando hablas con los colegas de la Universidad te explican el modelo. Sus sueldos no son bajos y pagan pocos impuestos pero, ojo, tienen que sufragar el seguro médico, la formación de sus hijos, desde la escuela primaria hasta la universidad, el plan de pensiones y, por supuesto, la seguridad de su familia. Ellos se lo pueden pagar, con más o menos dificultad, pero la mayoría de la gente, no. En algunos de estos países están intentando cambiar el modelo, pero les costará decenios pues el Estado del bienestar cuesta mucho trabajo construirlo y muy poco destruirlo.

Por ello, regreso a España más convencido de la necesidad de garantizar y reforzar nuestro Estado del bienestar y, ciertamente, preocupado por la deriva privatizadora que se ha impuesto en algunos lugares como Madrid, y ahora Andalucía. Cuando se establece un Ingreso Mínimo Vital no se está subvencionando a vagos sino impidiendo que se formen bolsas de pobreza. Cuando se garantizan las pensiones, incluso a las personas que no han podido contribuir, se está evitando la triste imagen de ancianos pidiendo por las calles. Cuando se aumenta el Salario Mínimo Interprofesional se está garantizando que todos los trabajadores, especialmente los más jóvenes, puedan vivir con dignidad. Y, lo esencial, cuando se pagan impuestos no se está dando al Estado un dinero que estaría mejor en nuestros bolsillos. Se está garantizando que todas las personas, al margen de sus ingresos, tengan una asistencia sanitaria pública en igualdad de condiciones o becas para llegar tan lejos como permita su capacidad. Seguramente habrá quien piense que si él puede pagarse un buen seguro médico o la educación de sus hijos no tiene que preocuparse del resto de la gente. Son los que siempre se quejan de que pagan demasiados impuestos y aplauden a esos políticos que les prometen bajarlos. Pero cualquier persona decente no mira sólo por él sino que también se preocupa del resto de la sociedad. Y es fácil comprobar que las sociedades en las que se ha construido el Estado del bienestar a través de ingresos fiscales son más igualitarias, más justas y también más seguras.

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