Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Diego Martínez y el Festival

Abordó el acontecimiento cultural de Granada anteponiéndolo a protagonismos personales

La muerte de Diego Martínez, director del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, durante los años 2013 al 2017, obliga al veterano crítico a resaltar algunos aspectos como gestor del certamen, del que fue relevado para colocar al prestigioso director de orquesta granadino Pablo Heras-Casado que se despidió abruptamente, sin dar explicaciones no ya a quienes lo eligieron, sino a los seguidores de estas jornadas históricas. Comenté que el Festival necesita gestores, alejados de presiones políticas y, sobre todo, de protagonismos personales, porque lo único importante es el Festival. Diego -que tenía la difícil tarea de mantener el listón que, a base de ingenio y diversidad programática, había dejado Enrique Gámez- lo supo desde el primer momento y atendió, con las limitaciones económicas, las líneas claves: universalidad, calidad en los grandes ciclos que sustentan el Festival -el sinfónico y el de danza-, la presencia de Falla, sin olvidar alguna gran estrella como Juan Diego Flórez que completó la nutrida presencia de las primeras voces del momento. Luchó por ampliar el catálogo de las entidades colaboradoras e intentó mantener la esencia del Festival.

Durante su corta etapa habrá leído críticas y elogios, que él aceptaba con su reconocida amabilidad. Pero me quedo, hoy, en el recuerdo de la persona y el gestor, con esas premisas apuntadas: alejamiento de protagonismos personales, respeto a los grandes ciclos y dignidad para no alejarse con subterfugios ni grandes frases sin sentido de una rica historia, sin pretender enseñarnos lo que es un Festival. Y lo hizo en una etapa de crisis económica, con presupuestos rebajados que suplió con los mencionados mecenazgos y así pudimos escuchar a orquestas de la calidad de la Sinfónica de Londres, dirigida por sir Simon Rattle, la Royal Philharmonic, la Orquesta y Coro del Teatro de San Carlo, dirigiendo Zubin Mehta, la 'Novena' beethoveniana, entre otras muchas nacionales y extranjeras, con atención a consagrados granadinos como Heras-Casado o Gómez Martínez. Apostó por mantener la notabilidad del ciclo de danza, con las estrellas del Bolshoi, en homenaje a los Ballets Rusos que visitaron Granada en 1918 y otras afamadas compañías. Naturalmente subrayó los centenarios de los estrenos de Noches en los jardines de España, o El amor brujo, que, por cierto, decepcionó la versión de La Fura del Baus en el impropio escenario de la Plaza de Toros.

La hemeroteca reflejará, mejor que este breve comentario, la aportación de Diego Martínez -cortada abruptamente por decisiones políticas y absurdos personalismos-, al acontecimiento cultural más importante de Granada. Todos los que han luchado y luchan por su proyección merecen el agradecimiento de la ciudad.

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