Discursos prescindibles

Pocas cosas más pretenciosas, cursis a la vez que fútiles, que un discurso de Navidad de un presidente de comunidad

No sé si está incluido en el plan programático ése del que tanto se habla y tan poco se conoce, pero si yo fuera Juanma Moreno, no me cargaba Canal Sur como piden los de Vox, lo que me cargaba del tirón es el discurso de Navidad del presidente de la Junta. Pocas cosas más pretenciosas, cursis a la vez que fútiles, que un discurso de Navidad de un presidente de comunidad autónoma, la que sea, con ese aire frío e impostado que dan las palabras cuando no llevan absolutamente nada detrás.

Si algún amigo con gracia sentencia el mal que le ha hecho al fútbol Guardiola cuando ve a su hijo de siete años intentando sacar jugado el balón desde atrás, en esto podríamos parafrasearlo así: qué mal le ha hecho el Rey a las comunidades autónomas con sus discurso navideño de cada veinticuatro de diciembre. Pero Felipe VI es el Jefe del Estado y tiene (de momento) su auctoritas, y además está sujeto a crítica, aunque ésta venga de los mismos de siempre. El discurso posterior de los presidentes autonómicos por no tener, no tiene ni crítica, entre otras cosas porque los pocos que lo ven en las televisiones públicas a su servicio menos caso le hacen. ¿Qué nos tiene que decir el presidente de una comunidad que no lo haya dicho el Jefe del Estado ya?

Y si ya el discurso lo perpetra un sujeto como Torra, botarate con lacito amarillo como de regalo (regalito, mejor), la cosa pasa directamente de inutilidad pretenciosa a algo peor. No es que desee un feliz año a todos los catalanes, como en principio debiera, es que sin concesión alguna a la diferencia (ni un símbolo español, representado siquiera en unas palabras en castellano, como sí hace de contrario el rey Felipe en cada despedida) apela directamente al derecho a separarse del Estado, incidiendo en el discurso xenófobo y frentista en que está instalado con la permisividad del resto. Después, claro, nos sorprendemos de que cada vez haya más gente a favor de la supresión de las autonomías, y a los que estamos por su permanencia se nos agotan las razones.

Así que, por favor, nada de discursos de Navidad en este nuevo tiempo de cambio, que ya me veo a Juanma con su traje impecable de Sobrino ensayando las primeras tomas en el compás magnífico del Hospital de las Cinco Llagas. Y como se anime Juan Marín, por aquello del gobierno compartido, entonces soy yo el que abjura del Estado de las Autonomías.

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