Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

Fina

SON rarísimas y privilegiadas las ocasiones en las que uno puede ver a Fina García Marruz leyendo sus poemas. Una de esas ocasiones se produjo el pasado 4 de noviembre, cuando la Casa de las Américas dedicó en La Habana su Semana de Autor a su figura y a su obra. Durante tres días, desde el 5 y hasta el 7 de noviembre, poetas y críticos literarios cubanos nos reunimos para hablar en torno a la autora de Las miradas perdidas. Además de la lectura de dos poemas suyos (a Fina no le gusta ocupar demasiado tiempo el lugar protagónico), hubo conferencias, mesas y debates; la presentación de un excelente poema de la escritora origenista, "Ya yo también estoy entre los otros", en una preciosa edición artesanal de Ediciones Vigía, preparada por la poeta Laura Ruiz, y hecha con materiales frágiles (papel reciclado y hasta hojas caídas en el otoño de la ciudad de Matanzas) y una reedición del cuaderno Créditos de Charlot, con un poema inédito de Fina.

Sin duda, uno de los momentos más emocionantes del homenaje fue la lectura de Josefina de Diego, la hija de Eliseo y sobrina de Fina, de varios fragmentos de las memorias inéditas de Fina; "Pequeñas memorias", las llama ella, en un título muy suyo. Pequeñas espléndidas memorias, cuyo título nos hace evocar el "Primero sueño" de Sor Juana, a quien la monja mexicana llamaba el 'papelillo'. Su relación con Juan Ramón Jiménez y con Gastón Baquero fueron los dos capítulos elegidos para la lectura. En el primero Fina narra (es una manera imprecisa de decirlo) su encuentro en La Habana con Juan Ramón; el encuentro de una niña, o de una jovencita de apenas 14 años, con el autor del Diario de un poeta reciencasado. Juan Ramón, dice en sus memorias, es el primer gran escritor que ella conoce personalmente. La escritura de Fina, esa escritura que nada pretende y que todo consigue, nos conmueve poderosamente en su descripción de los encuentros. Encuentros de los que, nos dice, sería incapaz de recordar las palabras exactas que dijera el poeta. Encuentros de los que tan sólo le queda en la memoria un gesto, una mirada, una sensación, el modo en que se ladeaba su sombrero. Y se sorprende Fina de esas Grandes Memorias, en las que se reproducen palabra por palabra las frases de alguien célebre o muy famoso a quien hemos conocido mucho tiempo atrás. Porque los recuerdos inolvidables, dice, son precisamente aquellos que apenas podemos recordar.

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