Señales de humo

José Ignacio Lapido

Flores

EMPIEZO el año como terminé el anterior: apesadumbrado. No por las anunciadas subidas en los servicios de primera necesidad (gas, luz, transporte, teléfonoý). No. Tampoco, por el imparable ascenso del euríbor, situado en el nivel más alto de los últimos siete años. No, qué va. Ni siquiera porque los jerarcas de la Santa Madre Iglesia hayan proclamado, faltando gravemente al octavo mandamiento de la ley de Dios, que "la democracia española va camino de la disolución". No, en absoluto.

Los motivos de mi desazón tienen que ver más con la melancolía que con otra cosa. Cuitas propias de un amante de la lírica galaico-portuguesa. De alguien como yo, que piensa que nada ha vuelto a ser igual desde los añorados tiempos del Mester de Juglaría. Lo cierto es que me quedé totalmente afligido con la noticia que este periódico llevaba a primera página el último día del año: "El alto coste de reposición dejará sin flores Gran Vía y Constitución". Un titular que me amargó la nochevieja y me hizo rememorar aquello de "Ai flores, ai flores, do verde pino!/ se sabedes novas de meu amigo?". Triste.

Estoy convencido de que la aplastante victoria que Torres Hurtado consiguió en las pasadas elecciones fue debida a tres razones fundamentales: las rotondas, las fuentes y las florecillas. Tres razones poco o nada políticas, pero envueltas en un halo poético lo suficientemente subyugante como para convencer a la mayoría de los granadinos, que, como todo el mundo sabe, preferimos un buen pareado a un programa electoral y un buen ramo de crisantemos a un epitafio. Agustín Lara ya intuyó algo de eso cuando escribió acerca de nuestra ciudad: "Te sueño rebelde y gitana/ cubierta de flores/ y beso tu boca de grana/ jugosa manzana/ que me habla de amores". Pues bien, en 2008 desaparecerán de los parterres callejeros los pensamientos, las petunias y los geranios que tan buenos réditos electorales le dieron a nuestro alcalde. ¿Por qué? Pues porque ha sucedido lo que Garcilaso predijo en soneto cinco siglos atrás: "Marchitará lo rosa el viento heladoý". Nadie en el Ayuntamiento pensó que en Granada hace mucho frío en invierno y mucho calor en verano. Esas son previsiones demasiado prosaicas para una corporación tan poética como la nuestra. 6.000 euros ha gastado el municipio cada trimestre en sustituir una decoración floral que se ha demostrado tan efímera como una promesa electoral.

Ahora tienen pensado sustituir esas delicadas variedades por otras más resistentes, como el tomillo y el romero. Las finas hierbas de toda la vida. Deberían tener en cuenta el cancionero popular: "A la flor del romero, romero verde. / Si el romero se seca, morena, ya no florece".

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