¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Mirada alrededor
Noviembre es el mes de Falla -fechas de su nacimiento y muerte-, pero hoy merece comentar los 75 años de José García Román, por cuanto es, por su ingente obra musical, un importante hito de la Granada creativa, la que universaliza y da sentido al ser granadino, capaz de sacarnos de la mediocridad y de superar silencios e ignorancias localistas. Estamos hablando no sólo de una persona, sino de una poderosa obra definidora de la mejor música española después de Falla. De ella han escrito en estos días, entre otros, José Antonio Cantón, en un lúcido análisis sobre la variada aportación del compositor granadino, señalando su originalidad, dentro de la música contemporánea, la diversidad de sus partituras, culminadas en el monumental Réquiem, pero sin olvidar el ciclo De civitate -La ciudad de la luz la dedicó a Granada-, sus Ecos de Iberia, con el latido granadino en sus venas, desde la abadía sacromontana al Albaicín, entre otras de su ambicioso proyecto sobre latidos cercanos, vistos desde un lenguaje actual, pero también interiorista; su ópera El bosque de diana o Cuatro perfiles de Lorca, entre un extenso catálogo. También Palomares ha escrito estos días sobre la obra y la trayectoria cultural de García Román, director coral o desde la Academia de Bellas Artes, en su fructífera etapa de director, donde, entre otros asuntos, planteó la creación del Teatro de la Ópera o el gran museo de la ciudad. Del primero hubo hasta plazos oficiales para su inauguración, tras presentarse el proyecto arquitectónico. Además, se han recordado sus galardones: Premio Nacional de Música o el reconocimiento del Gobierno francés como Chevalier des Arts y des Letres por la valía de su obra musical, no sólo, por su emotiva Ante las ruinas de Oradour-sur-Glane, homenaje a la villa francesa masacrada por los nazis, sino por la totalidad.
Desde las primeras ilustraciones musicales a Infelix Dido he seguido las etapas creadoras de García Román, su personal aportación a la música española, su rebeldía intelectual, conciencia crítica de una ciudad y un país, tan falto de ellas. Pero, sobre todo, he tenido la convicción de estar ante una de esas figuras que servirán de referencia, como lo fueron Lorca, el recuerdo de Falla en sus veinte años en Granada, o la ingente nómina de la Granada vital de ayer y de hoy. Si el Covid y otros bichos me lo permiten recogeré en un análisis más extenso -quizá en el 70 Festival- la obra a la que tantas veces me he acercado. En la crítica del estreno del Réquiem en 2006, afirmé que la emoción que se desprende de la colosal obra -la sentí personalmente- era el mensaje musical que definirá el siglo XXI, como fueron los de Mozart, Brahms o Verdi.
La Granada creadora tenemos el deber de subrayarla, en todas sus facetas.
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