Llega el mal tiempo

El cielo nos ha abandonado y ni sacando a todos los santos se ha dignado a llover

Todos los hombres y mujeres del tiempo, esos que nos dicen si lloverá o hará calor, temen a la llegada de la Semana Santa porque siendo primavera los pronósticos son inciertos, a pesar de todos los avances en la tecnología, satélites y demás. Lo cierto es que en esta pasada semana de pasión, según todos los amantes del folklore religioso y de los turistas, empresarios de hoteles y bares, etc., es decir todo eso que mueve gran parte de nuestra economía y que ha llenado todas las calles de todas las semanas de interés turístico, artístico y no sé si religioso, es decir todas las del país, para todo el mundo, en definitiva, el tiempo ha sido maravilloso.

Pues no, yo diría que el tiempo ha sido horroroso, catastrófico, nefasto, como los idus de marzo, pero en abril. No ha caído una gota en gran parte del país y en particular en el sur. El cielo nos ha abandonado, y ni sacando a todos los santos, vírgenes y patronos, se ha dignado en caer una gota de lluvia. Pero algunos dicen que eso es buen tiempo.

Puede que no me gane amigos, pero lo cierto es que desde ahora, y estamos a mitad de abril, lo que nos espera es el mal tiempo. Ese mal tiempo que nos llena las playas de turistas, que mueve a millones de personas hacia la costa para que sus poblaciones se multipliquen por n veces y todo se llene de basura y ruidos y el consumo de agua se dispare. Y en las ciudades no asfixiemos de calor, tiremos de aire acondicionado y se dispare el consumo eléctrico. A eso que llamamos buen tiempo, más vale nos vayamos haciendo la idea de que en realidad no lo es. Cuando el cielo se nos llena de aire sahariano, la lluvia de barro ya no es una rareza sino algo habitual, las noches de insomnio tropicales nos ponen unas ojeras de metros, a lo mejor entonces estaremos rogando a todos los santos patrones y vírgenes para que llueva, aunque sea en la semana de pasión.

Salvo cataclismo climático inverso lo que nos espera desde ahora, el cielo me oiga y me castigue, es el calor continuo hasta pasados los difuntos. A lo mismo, en un país que explota sus acuíferos sin recelo y que llama la huerta de Europa a sus provincias más secas y erosionadas, vamos cambiando de idea y terminamos temiendo a lo que llamamos buen tiempo. Vale.

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