¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Los albañiles del muro

Para que Pedro Sánchez levantase su muralla contra media España han hecho falta muchas manos Vigencia de Napoleón

Sánchez, Ana Belén y Almodóvar, en estrecha unión.

Sánchez, Ana Belén y Almodóvar, en estrecha unión. / DS

COMO buen niño de la Transición fui víctima de aquella canción que comenzaba con un verso inigualable: “Para hacer esta muralla tráiganme todas las manos” (tralarí-tralará, etcétera). El crimen lo perpetraron al alimón Nicolás Guillén (y estoy viendo al poeta Vicente Tortajada tocar madera cuando se pronunciaba su nombre) y el grupo de folklore chileno Quilapayún, uno de esos combinados con poncho que tanto les gustaba a los curas posconciliares. En España, como es sabido, los que aprovecharon el tirón comercial de la cosa fueron Ana Belén y Víctor Manuel, juglares oficiales de la izquierda asimilada.

La canción era como una especie de himno oficial de la superioridad moral de la izquierda, en la que, de forma metafórica, se decidía a quién se le dejaba pasar a la ciudad celestial progresista y a quién no. Para lograr tal labor fiscalizadora se hacía un llamamiento para entre todos (“los negros, sus manos negras, / los blancos, sus blancas manos”, pero ni rastro de los amarillos o los pieles rojas) formar una muralla. Lo curioso es que el tema, pese a su tufillo a checa cubana, era pegadizo y no era difícil sorprenderse a uno mismo tararear aquello de “¡Tun, tun!/ ¿Quién es?/ Una rosa y un clavel…/¡Abre la muralla!”.

Llevo días pensando en si el muro ese del que alardea Sánchez, su gran empalizada contra media España, no se inspirará en la canción de Guillén&Quilapayún. Algo así como: “Tun-tun/¿Quién es?/ Cayetana y el PP/ ¡Cierra la muralla!/ Tun-Tun/ ¿Quién es?/ El Otegi y Puigdemont/ ¡Abre la muralla!”.

Tampoco puedo quitarme del magín la idea de que, aunque Sánchez ha sido el gran arquitecto de este muro, ha necesitado a una legión de albañiles para ayudarle a levantarlo. Son las famosas manos negras y blancas manos. Y no me refiero a los políticos subordinados, esos que hacen cualquier cosa por contentar a su jefe, sino a toda esa galaxia de intelectuales (con perdón) y artistas de desigual mérito que han colaborado en los últimos tiempo, como eficaces alarifes, a erigir la empalizada de las dos Españas. Y lo más extraño es que algunos de estos obreros son gentes de indudable genio como, por ejemplo, Pedro Almodóvar, que cuando deja la cámara y se mete a comentarista político hace análisis tan lúcidos y constructivos como este: “La derecha estaba acojonada en sus mansiones y ahora tiene un altavoz”. Y claro, no sabemos si se refiere a Irene Montero en Galapagar o a Pedro Sánchez en la Moncloa. Abre la muralla.

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