Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Noche de paz o de bombas

Mientras medio mundo se felicita, Gaza y Ucrania reciben los bombas de Netanyahu y Putin

Eso de ‘Noche de paz’ es sólo un mediocre villancico austriaco, porque la paz es, en muchos lugares, algo lejano como el sonido de la musiquilla que suena en calles y almacenes comerciales de las sociedades afortunadamente consumistas, aunque lleven impreso el sello de la desigualdad. Las navidades son una fiesta religiosa que no todos los credos celebran, pero en estas fechas todo el mundo parece proclive al abrazo colectivo. Pese a lo cual hay heridas abiertas en el mundo que no podemos olvidar. Porque ¿a quienes podríamos sentar en una mesa humanitaria en territorios masacrados como los palestinos de Gaza o la invadida Ucrania? Israel alega, con razón, su derecho a defenderse de los atentados terroristas de Hamás, que asesinaron, en su último asalto, a 1.500 personas, secuestrando a más de dos centenares de ellas, niños, mujeres y ancianos incluidos. Pero ¿acaso es aceptable la respuesta de Netanyahu bombardeando sin piedad territorios de Gaza, incluyendo hospitales, hasta conseguir un genocidio real, con casi 20.000 palestinos fallecidos en estas últimas semanas? ¿No es un execrable acto de terrorismo de Estado, con víctimas civiles, sobre todo si parte de un estado democrático? No pueden decir los responsables de esta masacre –no sólo con bombas, sino utilizando la falta de alimentos, medicinas y hasta agua para la población– que esos muertos y heridos –entre ellos centenares de niños– son ‘víctimas colaterales’. Nadie, con un mínimo de humanidad, puede acepar estos métodos para luchar contra grupos terroristas, sean de Hamás o de la Yihad. Como nadie puede aceptar el terrorismo de esos grupos para reivindicar derechos de un pueblo masacrado. He mencionado muchas veces los esfuerzos que hicieron el guerrillero palestino Yaser Arafat y el político israelí, Isaac Rabin, premios Nobel de la Paz por sus esfuerzos por la concordia entre dos pueblos y el reconocimiento mutuo. A Rabin lo asesinó un ultranacionalista judío, símbolo de hasta dónde puede llegar el odio recíproco de los fanáticos.

Paz, hermosa palabra, pisoteada en la historia, de ayer y de hoy, de la humanidad. Que se lo digan al despiadado Vladimir Putin, con la invasión de Ucrania, asesinando a civiles, niños, mujeres, asolando ciudades, bombardeando también hospitales y colegios, en esa matanza de inocentes, tantas veces referida cuando he mencionado a las víctimas de estas atrocidades.

Sí, por desgracia, en estos días en que medio mundo se felicita, Gaza y Urania reciben los luminosos regalos de las bombas de Netanyahu y de Putin. Una crueldad que no podemos olvidar, precisamente en estas fechas en las que nos deseamos la felicidad y la paz merecida por el hecho de ser personas. Simplemente personas.

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