Mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

Novela intraterrestre

EL hombre del subsuelo se titulaba una famosa novela de Dostoievski. Añadiendo sólo el plural, así podría titularse también la nueva novela que ha ocupado la atención del planeta durante este verano. Y es que esta telenovela, aún sin concluir, transcurre, más que en Chile, en un hueco situado a 700 metros del nivel de la tierra; se trata, así, de una telenovela que podríamos llamar intraterrestre y que protagonizan 33 mineros atrapados en una mina derrumbada. Algunos datos de indudable resonancia bíblica podrían explicar el interés que han despertado los mineros: son 33, están atrapados en un lugar llamado San José y, por si fuera poco, han resucitado cuando ya todo el mundo los daba por muertos.

Los episodios que narran la vida intraterrestre de los mineros van sucediéndose, ante nuestros privilegiados ojos del sobresuelo, con toda regularidad en los medios de comunicación. Junto a sus vidas, nos cuentan también las peripecias de sus supuestos futuros salvadores, las declaraciones del gobierno de su país y los acontecimientos relacionados con sus familiares.

La aventura de los mineros presenta, para los ojos de arriba, una gran excitación y atractivo. Se trata de una aventura de realismo mágico donde lo mismo aparece la NASA que un despiadado psicólogo que censura la correspondencia de los de arriba con los de abajo; donde ocupa un gran protagonismo un orificio mágico por el que se le envía a los mineros desde comida hasta objetos tan postmodernos como videoconsolas, mini-proyectores de películas, teléfonos móviles y mp3. Tampoco faltan elementos enternecedores, como las reproducciones de cartas de algún hijo de los 33; o que despiertan nuestra piedad: nadie se decide a mandarles alcohol, a pesar de que lo han pedido con ahínco. Incluso, hasta encontramos ingredientes para el morbo: alguno de los 33 tiene dos mujeres esperándolo en lugar de una, y ambas declaran ser la verdadera, la auténtica.

Nadie sabe qué pasará con los mineros del subsuelo, ni si su historia tendrá un final feliz. Por eso la seguimos, desde acá arriba, con tanta atención. Puede que, al final, consigan sacarlos del derrumbe y que, para entonces, tengan tantas comodidades allá abajo, tanta atención de los de arriba, tantos problemas que resolver si vuelven al sobresuelo, que tal vez tengan miedo de salir. Para invocar la buena suerte, dan ganas de acordarse de Vallejo: "Los mineros salieron de la mina / remontando sus ruinas venideras /… creadores de la profundidad, / saben, a cielo intermitente de escalera, / bajar mirando para arriba, / saben subir mirando para abajo".

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