Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

LOS ÓSCARS INCLUSIVOS

Exigir que una película incluya un porcentaje de actores es un despropósito al que se llega por la presión ambiental

La Academia de Hollywood ha organizado un considerable revuelo anunciando unas nuevas normas, a las que denomina estándares de representatividad e inclusión, para optar a los Óscars. La encuadran dentro del concepto de discriminación positiva. Algo razonable en determinados ámbitos y sólo temporalmente, pero que resulta estragante si lo aplicamos a todo. Exigir que una película incluya un porcentaje de actores, técnicos y demás personal que pertenezcan a determinadas razas, no sé si religiones y desde luego, orientaciones sexuales, es un despropósito al que se llega por la presión ambiental. Sobre todo la surgida en eso que se ha dado en llamar redes sociales y que si paseas por una ciudad cualquiera entiendes que no son más que una minoría combatiente usando un altavoz gratuito.

No hace tanto, y en esas mismas redes, asistimos a un debate surrealista según el cual era indignante que un actor heterosexual interpretara a un personaje homosexual. Siguiendo el razonamiento de mentes tan privilegiadas, a Hamlet tendría que encarnarlo algún príncipe danés y el neorrealismo italiano es indigno porque sus intérpretes no eran pobres. No saben qué significa actuar. Hay quien ha recordado que podrían vulnerarse las leyes estadounidenses. La Corte Suprema dictaminó (Regents of the University of California versus Bakke, 1978) que la raza puede ser un factor decisivo en una selección, pero rechazó las cuotas preestablecidas. Sus defensores insisten en que no hay nada que temer; son reglas fáciles de cumplir y cualquier película actual pasaría el filtro. Entonces, me pregunto ¿qué sentido tienen?

Lo preocupante no está en qué normas se exijan para alzarse con el Óscar, sino que existan normas que no estén relacionadas con la calidad artística sino con una imposición ideológica delirante que se permite decidir qué está permitido y qué no en una película. Primero, les impedirán competir, después, les cerrarán salas de proyección y muy pronto las prohibirán. El arte no ha de tener más que una regla, emocionar. Remover el alma del espectador. Estos savonarolas postmodernos no se diferencian en nada del fraile que destruyó cientos de obras maestras creadas al amparo de los Médici. Su totalitarismo y su mediocridad sólo les empuja a prohibir. Pero la libertad de creación se alzará una vez más sobre tanta censura y tanto dictadorzuelo. Lo hizo siempre y lo volverá a hacer. No me cabe duda.

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