Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfort
HACE unos días, en una tertulia posterior a un seminario, un brillante letrado mencionaba el riesgo de que España tendiera hacia una oclocracia. Reconocí que no había oído nunca el término, aunque la fuente que citaba eran los "Fragmentos de un diccionario jurídico" de Santi Romano. Hace muchos años que leí ese libro del jurista italiano pero no recordaba la distinción que hace en sus últimas páginas entre el gobierno desde la plaza y el gobierno desde la legalidad. Luego, en cuanto tuve ocasión puse el término en el buscador y por allí desfilaron Polibio, Aristóteles y hasta la definición de oclocracia en el Diccionario de la Real Academia como el gobierno de la muchedumbre. En definitiva, la oclocracia es una degeneración de la democracia que consiste en atender a los que más gritan, que obligan a los gobernantes a adoptar políticas, decisiones y regulaciones ilegales o erróneas por esa presión de la muchedumbre.
En efecto, ese riesgo de oclocracia existe. Nuestra democracia representativa tiene muchas limitaciones. Si analizamos figuras como la iniciativa popular, el referéndum o el propio procedimiento legislativo vemos que su regulación en España es, en todos los casos, restrictiva de la participación ciudadana. Se puede decir que también existen restricciones en otros países. Sin embargo, lo que resulta más difícil es encontrar alguno en el que coincidan todas, esto es, la suma de todas esas limitaciones genera un sistema político poco participativo. Es uno más de los condicionantes de la transición, que pretendía garantizar el control por parte de las élites políticas que lideraron la reforma democrática.
Sin embargo, el dilema actual es que en este contexto de limitaciones participativas parecen desbordarse las tendencias oclócratas. No es el camino adecuado. Resultan necesarios cambios institucionales para favorecer esa participación pero la decisión política corresponde adoptarla a quien ejerce la representación y por el procedimiento constitucionalmente previsto. Las respuestas al grave problema sobre el encaje de Cataluña en España y las posibles actuaciones de los distintos actores no pueden depender de la presión que ejerza una denominada Asamblea Nacional de Cataluña que organiza vistosos actos multitudinarios de la misma forma que la política de vivienda no puede estar sometida a la presión que ejerzan en la calle unos u otros grupos. Eso es oclocracia, que, como nos decía Aristóteles hace más de dos mil años es una grave degeneración del gobierno del pueblo, de la democracia.
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